Twitter se ha vuelto un Titanic que navega sin control público, en plena oscuridad

Cada vez que Elon Musk hace una declaración sobre el futuro de Twitter, enfurece aún más a quienes luchan contra la desinformación en línea.
Después de eliminar los sellos azules que identificaban (de forma gratuita) las cuentas confiables de su red y de despedir a la mayoría de los equipos encargados de moderar contenidos falsos y de odio en diferentes idiomas, Musk decidió el fin de semana pasado que los s de su red, incluso aquellos que pagan, solo podrán acceder a un cierto número de publicaciones al día.
Dijo que aquellos que se suscribieron a la cuenta verificada por 8 dólares al mes podrán leer hasta 6,000 tuits cada 24 horas. Los demás solamente tendrán a un 10% de eso, es decir, 600 tuits al día o incluso a 300 si se trata de una cuenta nueva. La controversia se apoderó de la plataforma de forma casi inmediata. Y Musk acabó por aumentar el límite hasta 10,000, 1,000 y 500 tuits, respectivamente.
"Libertad de expresión. Pero no se te permite usarla demasiado", criticó un verificado de Twitter, aun cuando Musk había prometido no interferir en lo que circula en su red social.
"Mis seguidores no pueden dar me gusta a mis tuits porque han alcanzado el límite", escribió otra cuenta también verificada.
La cuestión es que Musk demuestra, al igual que ha hecho desde que compró Twitter, que quiere ganar (más) dinero con cualquier información que su red pueda tener. ¿Quieres ser un perfil reconocido? Paga por el sello de verificación azul. ¿Quieres leer más tuits al día? Haz lo mismo.
Está claro que el dinero importa –pero no es lo único.
Para aquellos que han estudiado la plataforma desde sus inicios y que buscan comprender las interacciones que allí ocurren como forma de llevar a cabo estudios y reportajes, la decisión empresarial de Musk es, como mínimo, nefasta.
Al reducir el universo de observación para obtener (más) ganancias, el ya millonario crea un obstáculo casi insuperable para la comprensión de temas como el uso de bots y troles para amplificar narrativas falsas y discursos de odio. Musk convierte su red social en una especie de Titanic digital que navega sin control público, en la más completa oscuridad. Y esto es preocupante.
Es una pena que el controvertido anuncio de Musk haya salido a la luz después de concluido el Global Fact 10, congreso que reunió a verificadores de datos de todo el mundo y que tuvo lugar en Seúl, Corea del Sur.
Del 28 al 30 de junio, más de 500 especialistas en temas de desinformación debatieron por horas y horas sobre el futuro de la plataforma y lamentaron lo que estaban viendo.
En un taller de 90 minutos, el periodista canadiense Craig Silverman, quien trabaja para ProPublica y ha sido reconocido mundialmente por sus trabajos que revelan las formas de desinformación, enseñó, por ejemplo, una serie de herramientas que ayudaban a investigar las conversaciones establecidas en Twitter y que ahora ya no funcionan.
Cuando los logotipos de Tweetbeaver, Followerwonk, IntelTechniques y otros tantos sistemas semejantes aparecieron en la pantalla gigante dispuesta detrás de Silverman, muchos de los fact-checkers reunidos en el auditorio coreano lamentaron la pérdida. Sin esos sistemas, repetían de un lado al otro de la sala, se vuelve más difícil saber lo que pasa en las redes sociales y revelar quiénes están detrás de las narrativas dañinas que se viralizan en el mundo.
"Estudios académicos que antes se basaban en el análisis de 50 millones de tuits, por ejemplo, ahora son prácticamente imposibles –o extremadamente caros", subrayó Silverman, sumándose a las quejas generalizadas.
Pero el punto álgido del debate sobre Twitter en Global Fact 10 fue la entrevista colectiva que los especialistas en desinformación tuvieron con el exrresponsable de seguridad y confianza de la plataforma, Yoel Roth. Por cerca de una hora, el grupo escuchó historias sobre sus últimos momentos en la empresa y vieron a un ejecutivo claramente triste y preocupado.
"Éramos 200 personas en mi equipo. Hoy creo que solo queda una", dijo Roth desde el escenario. "La lucha contra la desinformación y el odio en Twitter es prácticamente inexistente, y esto duele mucho a aquellos que, como yo, peleamos por años para lograr algunos pasos en favor de la seguridad en la plataforma".
Roth sabe que todavía había mucho por hacer para garantizar el bienestar y la información de calidad en el Twitter previo a Musk, pero a lo largo de la entrevista enfatizó un par de veces que "todo aquello que se había logrado está siendo incinerado". Un día tras otro.
¿Y qué sustituirá a Twitter?, se preguntaban los verificadores de datos en los pasillos del Global Fact 10. ¿Adónde vamos?
Algunos apostaban a la nueva red que Meta construye y que debe ser anunciada en breve. Otros parecían menos animados. Recordaban con insistencia que no es fácil convencer al mundo de cambiar de red, nombrando los casos recientes de Mastodon, Koo y ClubHouse.
El único punto de unión entre los especialistas presentes en el Global Fact 10 era la rara sensación de viudez hacia Twitter. Aquella que un día había sido la plataforma más importante para quienes quisieran obtener noticias de última hora muere poco a poco. Delante de nuestros ojos.
Y esta sensación ya era intensísima 24 horas antes de que Musk anunciara el cupo diario de tuits que se pueden leer. Cuesta creer que, desde entonces, y ante la novedad, la angustia entre los verificadores de datos haya disminuido. El futuro de Twitter no parece prometedor.
Cristina Tardáguila es fundadora da Lupa.
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