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Resegregación: el problema más profundo que esconde la gentrificación

Para el autor Jeff Chang, los desplazamientos en los centros urbanos son solo una expresión de un conflicto aún más importante en Estados Unidos.
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30 Nov 2016 – 03:58 PM EST
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La gentrificación ha sucedido con, en paralelo, una resegregación racial en EEUU, de acuerdo a Jeff Chang. Crédito: Sean Rayford/Getty Images

El periodista Jeff Chang —autor de libros sobre la historia y cultura del hip hop— publicó su tercer libro el 13 de septiembre de 2016, un tiempo en que uno podría invertir una buena cantidad de fe en la promesa del título del libro, el cual fue We Gon’ Be Alright: Notes on Race and Resegregation (Estaremos bien: notas sobre raza y resegregación). El libro volvió a encender la llama del optimismo que se sintió en la canción de Kendrick Lamar de 2015, la cual llevaba el mismo título y que se convirtió en uno de los grandes himnos de la banda sonora del movimiento Black Lives Matter. Pero desde que Donald Trump llegó el 9 de noviembre para demostrar a EEUU quién manda, esa promesa ha estado en duda.

Sin embargo, la segunda parte del título del libro de Chang —la que habla de raza y resegregación— sigue igualmente actual. En muchas partes del país, EEUU está resegregando a niveles que no se han visto desde antes del movimiento de derechos civiles. Tal como nota un capítulo crucial del libro —titulado “Ciudades de Vainilla y sus Suburbios de Chocolate”— el estudiante blanco promedio asiste a una escuela pública que consiste en por lo menos un 75% de blancos y vive en un barrio con una población que consiste en un 77% de personas blancas. Mientras tanto, las minorías se están mudando (o están siendo desplazadas) a los suburbios y más blancos se están mudando para las ciudades. Con frecuencia lo que acompaña esta migración inversa es el desplazamiento racial y de clase social de la gentrificación.

Por muy inquietante que sea la gentrificación para muchas familias pobres de minorías hoy día, no presenta el cuadro completo de la opresión, según argumenta Chang en su libro.

“La gentrificación ofrece un marco curiosamente pequeño para tratar de entender estos cambios paradigmáticos. Cuando los alquileres llegan al punto de inflexión, cuando se venden los viejos edificios industriales o se derrumban para construir nuevos edificios poco sólidos que se hacen de cristal y madera prensada, cuando los residentes pobres se tienen que ir, la narrativa de la gentrificación da con su límite”, explica Chang en el libro. “Tiene el efecto raro e ilógico de favorecer las narrativas de los que pudieron mantenerse en la ciudad cambiante. ¿Y qué les pasa a los que son desplazados? La gentrificación no tiene cabida para la pregunta: ‘Adónde se fueron los desplazados?’ En cambio, los desplazados se unen a los desaparecidos… La gentrificación es clave para entender lo que les pasó a nuestras ciudades en el comienzo del nuevo milenio. Pero es sólo la mitad de la historia. Es sólo el lado visible del problema más grande: resegregación”.

Trump se postuló con una campaña de exclusión racial que despertó a un gigante dormido de votantes, quienes en muchos casos no le ven nada malo al regreso a la política segregada. De hecho, estas personas dan lugar al tal regreso. Ahora muchos inmigrantes latinos y musulmanes, afroamericanos, personas gay y transgéneros y mujeres están preocupados si realmente estarán bien. ¿Estarán bien en sus ciudades santuarios o se encontrarán atrapados en ellas mientras que un partido político que se opone a su existencia reina en el resto de los estados y en el gobierno federal?

Chang fue profético en explorar estas preguntas antes del ascenso de Trump: viajó a ciudades como Ferguson, Missouri después de sus rebeliones para hablar con activistas y residentes acerca de sus condiciones de vida tanto dentro como fuera de los centros de ciudades. En We Gon Be Alright, Chang conecta estos movimientos políticos comunitarios con la conversación más amplia sobre la raza en EEUU que se sostiene dentro de la cultura popular, tal como se oyó en el álbum Lemonade de Beyoncé.

CityLab habló con Chang antes y después de la elección presidencial sobre su libro y cómo se podrían aplicar sus lecciones.

Bueno, hay que preguntar: ¿realmente estaremos bien viviendo bajo este nuevo presidente?

No sé, pero aún tengo confianza y fe de que la gente va a cuadrar las cosas. Una cosa que tenemos ahora que no teníamos ni en 2009 ni en 2000 es una infraestructura de movimientos por la justicia que están vinculados de tantas maneras diferentes que antes no estaban. Si te acuerdas, tomó un tiempo antes de que se moviera el movimiento antiguerra. Pero ahora, después de Occupy y el movimiento Black Lives Matter, el movimiento Dreamers (Soñadores), Standing Rock, justicia reproductiva… la gente realmente está movilizada y comunicando y haciendo planes. Eso es lo que me hace pensar que tenemos una oportunidad con esto.

Cuando se eligió Obama, estábamos bailando en las calles y en cuanto Trump salió electo, la gente empezó a marchar en las calles y eso sigue. No tengo ningún tipo de sueño innocente de que un día va a parar y que podamos regresar a nuestro mundo de fantasías. Pero sí me anima que la gente ya se está preparando.

En tu libro escribes: “Por sí sola, la gentrificación no puede explicar la nueva geografía de raza que ha emergido desde el comienzo del milenio”. ¿Puedes explicar esto un poco más?

No es adecuado porque la gentrificación —incluso como palabra— se trata de la gentry (la aristocracia), el movimiento de riqueza hacia las ciudades. No toma en cuenta las personas que son desplazadas y obligadas a abandonar la ciudad. El movimiento antigentrificación no toma en cuenta los lugares adonde se ha obligado a la gente mudarse y existe poca infraestructura establecida en el movimiento para explicar lo que ha estado pasando en los suburbios. Creo que eso es por qué vimos ocurrir lo de Ferguson. Incluso antes de eso, eso fue por qué Sanford, Florida, fue el detonante de Trayvon Martin y George Zimmerman. Estas son cosas ocurriendo fuera del marco de la gentrificación.

Pero la realidad es que la gente se ve obligada a mudarse y la istración de los suburbios se ve cada vez más como la istración de los barrios desfavorecidos de ciudades durante los 80, 90 y 2000, con la política de contención ocurriendo y el ascenso de estados fundados sobre el encarcelamiento y patrullaje policíaco intenso. Si lo vemos en un sentido más amplio, al impacto de la resegregación que realmente está sucediendo, la gentrificación es sólo una parte de la resegregación, la cual es el marco más grande que se necesita para entender lo que está sucediendo. Y entonces podemos entender la geografía cambiante de la raza un poco mejor porque podemos volver a colocar la gente desplazada dentro del cuadro.

¿Entonces cuál es la situación? ¿Las minorías deben inundar a los suburbios para integrarlos y vencer la tiranía de manipulaciones raciales de distritos políticos, o pueden acumular y sostener poder político desde los centros urbanos?

Se trata de pensar sobre ambas y cada opción. Se trata de obligar a estas ciudades mayormente liberales a aplicar leyes sobre vivienda justa y establecer nuevas políticas que ayudan a mantener residentes antiguos en sus hogares, de fortalecer leyes de inquilinos, de seguir abogando por el cuestionamiento de prácticas discriminatorias… porque eso nunca ha desaparecido y bajo una presidencia Trump probablemente podemos suponer que van intensificarse.

Pero hablemos de lo que la gente antes llamaba ‘metropolítica’ un tipo regional de política, de poder acumular poder en los suburbios ‘minorizados’ de la manera en que la gente lo ha estado haciendo en Ferguson y el condado norteño de San Luis para luchar contra estos tipos de leyes de prisiones para deudores que literalmente se tratan de contener los cuerpos de las minorías, realmente se trata de tratar de pensar en todas esas cosas al mismo tiempo y construir movimientos en esos tipos de formas.

Explica cómo pudiste incorporar el álbum Lemonade de Beyoncé en tu libro.

Yo veo a la trayectoria de Lemonade como una metáfora para una obra que está en dialogo con el Movement for Black Lives (agrupación relacionada a Black Lives Matter). [El álbum] empieza como un tipo de pleito de pareja y termina con esta transformación en que no sólo se transforma Beyoncé, sino que ella también ha permitido espacio para que se transforme su amante también. Para mí, Lemonade se editó justo cuando yo estaba terminando el libro y me di cuenta que resume la dirección completa de lo que se ha tratado el movimiento Black Lives Matter durante los últimos años. Encontraron un lenguaje concreto para esto mediante la plataforma de Movement for Black Lives, la cual es literalmente como un glosario de ideas grandes sobre la justicia transformadora. Entonces el capítulo se titula “Making Lemonade” (Haciendo limonada) y concluye con una combinación de ideas de personas como la visión de Grace Lee Boggs sobre la revolución y las ideas de Carrie Mae Weems sobre la gracia y la interpretación de Robin D.G. Kelley de los pensamientos de James Baldwin sobre el amor revolucionario. No sólo se trata de sanar a los que han sido lastimados sino también sobre cómo los que han hecho daño pueden ser sanados ellos mismos.

¿Cómo ha evolucionado esto, particularmente en lugares donde ha habido rebeliones como Ferguson, Baltimore y Charlotte?

Para mí, hablar sobre la cuestión del enojo y la protesta no se trata de decir que la ira no está justificada o que es irracional. Realmente se trata más de cómo construyes una visión para movimientos sustentables con todas las emociones en juego, desde ira a redención, y en formas en que esas emociones no están en oposición. Lo interesante sobre cómo la gente percibió Lemonade es que refleja lo que nos han acondicionado a pensar en términos de lo que es la respuesta correcta a ser perjudicado. Muchas personas se divertirán en grande con todas las bombas que se tiran en la parte inicial del disco —“Hot Sauce”, las imágenes de fuego, “Sorry, I Ain’t Sorry”— y todo eso es superpoderoso y legítimo. Pero al mismo tiempo no todos hemos quizás reconsiderado lo que el final de ese álbum significa en términos de reconciliación y gracia.

Hubo ese momento después de la masacre de Dylann Storm Roof en la iglesia Mother Emanuel A.M.E. en Charleston, Carolina del Sur, cuando algunos de los familiares de las victimas lo perdonaron. Esto provocó muchos furiosos artículos de opinión con personas que estuvieron en desacuerdo, ¿pero es esto a lo que te refieres?

Creo que eso es exactamente lo que está pasando allá. No sé cuál es la respuesta. Lo que estoy tratando de hacer es señalar las preguntas que plantean estos movimientos. Pienso que Black Lives Matter siempre se ha tratado de no sólo cuestionar las brechas fundamentales entre las razas y cómo se han ampliado a lo largo de los años en términos de expectativa de vida, muertes prematuras, encarcelamiento, salud y lo que algunos investigadores llaman muerte social… todas estas desigualdades. Se trata de plantear la pregunta de no sólo cómo se puede poner fin a todos los asesinatos, sino también retar a la gente a que piense sobre lo que significa vivir juntos. Esas son preguntas sumamente difíciles. Lo que he visto son artistas y personas trabajando en el reino del espíritu fuertemente para sacar a luz estos tipos de preguntas y promulgarlas en espacios que realmente están tensos. Me refiero a lugares donde se ha hecho mucho daño o hay mucho trauma que no se ha resuelto. Charleston fue un gran momento para esto. ¿Cómo el perdón siquiera es imaginable allá?

Con lo que es importante luchar es con esto: la imaginación de cómo se ve una sociedad transformada, donde no sólo se trata de derramamiento de sangre y el castigo, sino también se trata de vida.

¿Personalmente, cómo te sentiste sobre las expresiones de perdón?

Quedé estupefacto. Era casi inconcebible para mí. Puedo entender cómo esto hizo que algunas personas se enojaran aún más, pero es algo sobre lo que todavía estoy pensando. Terminé mi libro con una serie de este tipo de preguntas y enmarco las preguntas desde el punto de vista de alguien que ha sido cómplice en lastimar a otros y como alguien que ha sido lastimado. Para mí, tratar de entender o imaginarme cómo se siente el daño es parte de mi trabajo y del trabajo de todos nosotros. Algunos tienen que avanzar más que otros en este aspecto, pero tenemos que llegar juntos a la próxima fase.

Entonces, toma como ejemplo a Rahm Emanuel, el asediado alcalde de Chicago. Tantas personas quieren que renuncie debido a todo lo que ha pasado, desde la violencia en aumento hasta la policía corrupta, y el legado de segregación que está debajo de todo esto. ¿Cómo Emanuel debe abordar su trabajo cuando se considera todo el daño en su ciudad?

No sé. Eso está muy por encima de mi nivel. Parcialmente se trata de nosotros tratar de llegar a comprenderlo juntos. Pero Chicago, Baltimore, St. Louis, todos estos son lugares que están llamando nuestra atención sobre todo esto y pienso que por lo menos [Emanuel] y muchos de nosotros tenemos que escuchar mucho a los que están al frente, quienes dicen que necesitan cosas como empleos, mejores escuelas o viviendas de ingresos mixtos.

Para que alguien pueda actuar a ese nivel, tiene que haber voluntad política. Y no ha habido voluntad política en torno a estas cosas durante al menos medio siglo. No ha habido un consenso nacional para la justicia racial. Entonces la resegregación no es sólo nuestra realidad política… es también una metáfora por la manera en que hemos estado retirándonos, o nuestra poca disposición a comunicar uno con el otro sobre el racismo, o pensar que está bien que estamos divididos racialmente. Pero el tema mayor es la voluntad política. ¿Cómo llegamos al punto en que hay suficiente voluntad política para abordar esto?

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.

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