En mapas: la revolución del fitness en Estados Unidos

Durante los setentas y ochentas del pasado siglo, el Bajo Manhattan era conocido por dos cosas: por su vida nocturna y por ser un refugio de artistas, músicos, escritores e intelectuales. Ya son leyenda los bares, cantinas y clubes que gozaban hace 30 años de inestimable fama, como es el caso de Studio 54, Max’s Kansas City, Area, Danceteria y Palladium. La gente entonces solía fumar, emborracharse y drogarse hasta tarde en la noche, por lo que el ejercicio físico o llevar una vida sana no eran precisamente lo que se buscaba.
Si caminamos esas mismas calles hoy día, notaremos un panorama distinto: individuos obsesionados con su forma física colmarán los nuevos centros de culto, una suerte de templos modernos del músculo, como SoulCycle, Flywheel, Barry’s Bootcamp, CrossFit, CorePower y Orangetheory, por nombrar solo algunos. Y en las calles aledañas, veremos tiendas de ropa fomentando la tendencia ‘Athleisure’, es decir ir vestidos con ropa deportiva a todas partes al trabajo o a la escuela. Y, por supuesto, veremos tiendas que venden jugos verdes y potes de Acai.
De hecho, la industria de la forma física ha experimentado un increíble auge en los años recientes. Los ingresos de los clubes que la promueven rebasaron los 81,000 millones de dólares a nivel mundial en 2015, según la Asociación Internacional Health, Racquet and Sports Club (IHRSA, por sus siglas en inglés). Ese mismo año, más de 150 millones de visitaron los 187,000 gimnasios existentes en el planeta. En particular, los conocidos como boutique fitness (los más modernos), han atraído millones de dólares en inversiones de capital. Por ejemplo, en 2011, SoulCycle y Equinox –un gimnasio de lujo con montones de locaciones urbanas en todo el país– fueron comprados por la empresa desarrolladora de bienes raíces Related, en parte para perfeccionar el estado de los proyectos en ese sector en Manhattan.
Estos modernos estudios son más comunes en las grandes ciudades. SoulCycle, con sus famosas bicicletas fijas bajo techo, causó furor como pocos en sus inicios, y tiene 17 ubicaciones en Manhattan y 3 más en Brooklyn (en total, tienen 29 gimmasios en el estado). Fuera de la ciudad de Nueva York, SoulCycle tiende a colocar sus dependencias en barrios exclusivos. En Los Ángeles, por ejemplo, hay varios estudios en las zonas más codiciadas económicamente, tales como el centro de la urbe, Hollywood y Santa Monica. Chicago, entretanto, tiene uno en el céntrico sector del Loop. Boston no se queda atrás, presumiendo de otro en el pintoresco Beacon Hill; y también se levantan en los ajetreados barrios SoMa y Marina District de San Francisco.
El gimnasio Pure Barre –para el entrenamiento de la fuerza y donde las clases se toman en torno a una barra de ballet– ofrece una seria competencia, con estudios en áreas metropolitanas de Nueva York, San Francisco y Los Ángeles; Houston, Dallas y Austin; Orlando y Miami; Boulder y Denver. Incluso una mirada somera a los mapas de estos y otros estudios similares de vanguardia evidencia su concentración desproporcionada al interior de las principales urbes.
Mira este mapa con las locaciones de Pure Barre:
(Madison McVeigh/CityLab)
Al ver en mapas dónde están los entrenadores e instructores de ejercicios aeróbicos es posible apreciar el alcance de esta verdadera revolución del fitness en EEUU. Más de 250,000 personas hallaron empleo en este campo hasta mayo de 2016, según la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS, por sus siglas en inglés). Y, entre 2016 y 2026, estas ocupaciones están llamadas a crecer otro 10%.
No sorprende que California sea el número uno en todo el país en cuanto a la cantidad de instructores, con más de 30,000 en general. Esta cifra casi duplica la de los estadios que siguen en la lista: Nueva York (18,000), Texas (14,800), Florida (13,870) e Illinois (13,350).
Pero las estadísticas anteriores son una función de la gran población de estos estados. En cambio, un indicador llamado ‘cociente de ubicación’ (o ‘LQ’ por sus siglas en inglés), aporta una mejor idea de cómo ordenar los estados, ya que ofrece un índice comparativo del porcentaje de instructores respecto a la cuota nacional. En este caso, los líderes son Virginia y Massachusetts (cuyos LQ son, por igual, 1.58), lo que quiere decir que tienen más de 1 vez y media el promedio nacional de instructores de aerobios y entrenadores. Luego siguen Colorado (1.56), Nueva Jersey (1.51) y New Hampshire (1.50).
Como se ve en el mapa de abajo, parece haber dos franjas bien definidas, según este indicador: una abarca zonas de Nueva Inglaterra y el Atlántico Medio, y la otra se extiende a lo largo de zonas de las llanuras, las Rocosas y el Noroeste. El Sur Profundo (Deep South) y el Medio Oeste cuentan con los LQ más bajos del país. A su vez, estos mismos lugares se encuentran entre los que acusan más altos índices de obesidad. En este sentido, la revolución urbana del fitness refleja la enorme y creciente división en materia de bienestar y salud de Estados Unidos, no menos que el hecho de que las clases mismas son caras (en muchos gimnasios exclusivos, el costo de entrada oscila entre 30 y 40 dólares por clase).
Mira este mapa que muestra el “Cociente de Ubicación” (LQ) de profesores y entrenadores en el país:
(Madison McVeigh/CityLab)
Los entrenadores e instructores de aeróbica se hallan con más frecuencia a nivel metropolitano. No es de extrañar que en ciudades como Nueva York, Chicago, Washington DC y Los Ángeles esté el mayor número de ellos. Pero al despejar la variable poblacional, enclaves pequeños, incluyendo una serie de pueblos universitarios que siguen esta tendencia de fitness, comienzan a aparecer. San Rafael, California –justo al otro lado de la bahía en el casi prohibitivo condado de Marín– encabeza la relación con un LQ de 3.4. También, entre los diez primeros, figura Eugene, Oregon (2.6), hogar de la Universidad de Oregón, y a menudo referida como ‘capital mundial del trote’. Luego están Lynn-Saugus-Marblehead (2.5), meca de la navegación, el paseo en barco, el kayak y la pesca en las afueras de Boston; y Boulder, en Colorado, que alberga la Universidad de Colorado y es un santuario para corredores, ciclistas y esquiadores.
El 4 de enero, la BLS publicó un nuevo mapa documentando los LQ por ciudades, para cuya confección empleó datos del pasado mes de junio (el período más reciente de datos disponibles). El panorama ahí es muy similar: un puñado de ciudades junto a lo largo de la costa de California, así como en Oregon y Washington, se mantienen con las cuotas más altas de instructores especializados en el ejercicio físico. Pero en este nuevo mapa, dominan las urbes de la costa este de Estados Unidos, con una densa aglomeración en áreas como Charlottesville, Virginia, y Bridgeport-Stamford-Norwalk, en Connecticut, que tenía el LQ más elevado en 2017: 2.8 veces la media nacional.
Esta revolución tiene muchos aspectos positivos. El ejercicio y la vida saludable son obviamente costumbres más positivas que el tabaquismo, la embriaguez y la fiesta. Es, por otro lado, una forma de crear lazos comunitarios y escapar a la soledad rutinaria y, en cierta medida, esclavizadora de la modernidad urbana. Como dijera un entrenador radicado en Toronto, quien es dueño de un gimnasio de CrossFit: “Se trata de tener unos cientos de que consiguen pertenecer a algún lugar… Es el gimnasio entendido como una comunidad”.
Por otro lado, el auge urbano del fitness también contribuye a mejorar la economía, ya que introduce en el mercado empleos orientados al servicio con un mayor grado de personalización. El salario medio anual de los entrenadores e instructores de aerobios en Estados Unidos es de 42,780 dólares. Raya en los 50,000 dólares en Seattle, Boston y Los Ángeles y rebasa los 67,000 dólares en Nueva York. Si bien estos profesionales ganan considerablemente menos que los llamados trabajadores del conocimiento a los que entrenan, su salario sigue siendo mayor que el de decenas de millones de empleados en servicios de rutina, la mayoría de los cuales no pasa de los 32,000 dólares anuales.
Pero hay otros elementos perniciosos en todo esto. Por ejemplo, el interés obsesivo en tener un inmejorable estado físico refleja la creciente presión de que son objeto muchos profesionales urbanos, quienes a menudo quieren lucir más jóvenes y en forma. El ejercicio puede ser, asimismo, un método para generar la fortaleza física y mental que requiere pasar horas y horas frente a un computador. De hecho, es parte del paquete de las impetuosas tendencias de la economía del conocimiento y la cosificación de las capacidades humanas. Tanto es así que muchos de los gimnasios urbanos no se explican sin el mantra de que, no solo “cambiarán tu cuerpo”, sino “ cambiarán tu vida” o te ayudarán a “ encontrar tu alma”.
No hay dudas de que una buena salud está entre los bienes más preciados y el tiempo dedicado a mantenerse en buen estado físico es, casi nunca, un tiempo malgastado, dondequiera y comoquiera que decidas hacer ejercicio. Pero mientras te encaminas a tu gimnasio preferido este año que comienza, no olvides que tu entrenamiento no va solo de hacerte lucir y sentir mejor; te guste o no, eres una pieza más en la maquinaria de la economía del conocimiento.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.