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CityLab Medio Ambiente

Por qué las ciudades deberían invertir más en árboles

La vegetación urbana mejora la salud mental y física y genera ahorros en millones de dólares para las alcaldías.
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25 Oct 2017 – 12:27 PM EDT
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Los árboles contribuyen no solo en cuanto a temas estéticos, sino al mejor manejo de las aguas lluvia y a la salud pública, entre otros temas. Crédito: iStock/choness

Hay más de una prueba de que la presencia de árboles en un vecindario contribuye a la salud mental, disminuye la obesidad (así como otros riesgos de salud) y, por lo general, hace a la gente más feliz. Pero, usualmente, son concebidos como un lujo y no como componentes esenciales de la salud de la comunidad o de la infraestructura urbana. En un estudio reciente, la organización internacional Nature Conservancy, entidad sin fines de lucro dedicada a la preservación de la naturaleza, asegura que los árboles son recursos invaluables en términos de sanidad ambiental y, como tal, deberían ser financiados.

“Así como el sector de la salud pública se ha acostumbrado a promover el concepto de ciudades caminables como una filosofía de cabecera, nosotros estamos abogando por la necesidad de que se reflexione sobre la naturaleza como parte de esa búsqueda”, sostiene Robert McDonald, científico principal de la Nature Conservancy y coautor del informe.

McDonald espera que las ciudades comiencen a integrar la silvicultura urbana al resto de sus iniciativas sanitarias, ambientales y de bienestar general. Pero, pese a sus beneficios, existen múltiples razones por las cuales se frustran las iniciativas de siembra de árboles. Por ejemplo, es un proceso que a menudo requiere la coordinación de varias agencias, no solo forestales, sino también de otros ministerios como el de transporte y el agua.


“Hemos dispuesto nuestras ciudades de forma tal que hay una agencia que gestiona los árboles y los parques, pero sin responder, al menos no de manera obligatoria, a la salud pública. Otras agencias sí se preocupan por la salud, pero, irónicamente, no están autorizadas a plantar árboles”, observa McDonald. Las ciudades, como norma, no ven el vínculo entre la salud de sus residentes y la presencia de los así llamados ‘pulmones de la ciudad’.

Es por ello que McDonald aconseja la unificación de la labor de las distintas agencias y la inclusión de la agenda ambientalista en las conversaciones de planificación, pues así se daría un primer paso hacia la consecución de ese vínculo. El científico cita el ejemplo de Toronto, cuyos departamentos de salud pública y forestal trabajaron, conjuntamente, para hacer frente a la isla de calor urbana que experimentaba la metrópoli canadiense. Ya que muchas edificaciones en Toronto no cuentan con aire acondicionado –un creciente problema conforme suben las temperaturas–, los dos departamentos colaboraron para, de forma estratégica, colocar árboles en las calles de los barrios en que las personas fueran especialmente vulnerables al calor, ya fuera por su edad o su estatus socioeconómico.

El costo puede ser otro obstáculo. Los gastos en siembra de árboles parecen populares entre los residentes: según la base de datos Land Vote, adscrita a la organización sin fines de lucro The Trust For Public Land, los votantes en Estados Unidos han aprobado un 75% de las medidas electorales que buscan presupuestar la preservación de la tierra, los parques, y otros proyectos ecológicos. En cambio, los gobiernos municipales a menudo se muestran reticentes. Aunque muchas ciudades disponen del presupuesto para la conservación de los árboles, el informe de la Nature Conservancy halla inadecuadas esas distribuciones. Desde 1980, la media de gasto municipal en silvicultura urbana en Estados Unidos ha caído en más de un 25%. Hoy día, el gasto municipal promedio en materia de plantación de árboles es 5.83 dólares per cápita.


Pero así como los árboles pueden costarle a una ciudad, hay evidencia de que ellos también añaden valor monetario. Investigadores del Colegio de Estudios Ambientales y Silvicultura de la SUNY (Universidad del Estado de Nueva York, por sus siglas en inglés) estimaron que los árboles en las megaciudades reportan beneficios de cerca de 500 millones de dólares, incluyendo medio millón de dólares ahorrado en costos de enfriamiento y otros 11 millones de dólares por concepto de mejoras en el saneamiento de las aguas pluviales.

“Estamos tratando de convencer a la gente de que los árboles públicos no son solo ‘objetos decorativos de los que preciarse’, sino componentes de la infraestructura urbana en los cuales uno estaría dispuesto a invertir por medio de bonos, así como uno estaría dispuesto a invertir en cualquier otra iniciativa sanitaria”, dice McDonald.

Para expandir la inversión del estado, algunas comunidades están optando por subvenciones corporativas o filantrópicas. En Nueva York, por ejemplo, el programa MillionTreesNYC, el cual está encaminado a aumentar la capa forestal urbana por medio de entusiasmar a sus residentes a la siembra de árboles, fue parcialmente financiado por donaciones de fundaciones como Bloomberg Philanthropies. En 2016, el consorcio de salud Kaiser Permanente invirtió 2 millones de dólares en organizaciones que trabajan en la preservación de parques. Kaiser está, a su vez, colaborando con un grupo de investigadores para ver si los asegurados son o no más saludables cuando se hacen rodear de elementos naturales. Este, agrega McDonald, es el “primer paso en el camino hacia vincular el sector de la salud con el de la silvicultura urbana”.

Entretanto, el estudioso ansía que un volumen mayor de filántropos y corporaciones de la esfera de la salud se sienta motivado a afrontar el problema de la siembra de árboles. “Si uno se fija en las ciudades exitosas, se percata de que, en su mayoría, persiguen la sostenibilidad”, añade. “Y creemos que la naturaleza, con todo lo que hace por la salud, debería ser una pieza fundamental en esos planes”.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.

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