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CityLab Medio Ambiente

La grave amenaza para la salud que llegará después de que se vayan las aguas

Las secuelas de la tormenta tropical Harvey probablemente incluyan problemas de salud que se desarrollarán durante años.
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31 Ago 2017 – 04:47 PM EDT
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Una madre y su hija sacan la pintura y el moho en una vivienda después del huracán Katrina, en Nueva Orleans. Crédito: Ethan Miller/Getty Images

La inundación de Houston es una catástrofe sanitaria que se desarrolla públicamente en cámara lenta. Gran parte del país observa cómo 50 pulgadas de agua engullen las sillas de los residentes de hogares de ancianos y sumergen camiones. Alrededor de 20 billones de galones de agua se vierten en la planicie urbana, donde los desarrolladores han pavimentado los humedales que drenan el agua.

Los estragos sobre la vida y la salud humanas han sido hasta ahora relativamente pequeños en comparación con lo que las imágenes sugieren. Las autoridades han reportado 30 fallecimientos conocidos hasta el martes por la noche, mientras que 13,000 personas han sido rescatadas. El presidente Donald Trump —quien este mes dio marcha atrás a un requisito de la era de Obama que exigía que los proyectos de infraestructura se construyeran para soportar los crecientes niveles del mar— rápidamente ofreció consuelo en Twitter: "¡Grandes operaciones de rescate en marcha!" y "El espíritu de la gente es increíble. ¡Gracias!".

Pero las cifras de mortalidad y morbilidad tras las lluvias no captan el impacto de los huracanes sobre la salud. Éste se caracteriza por el problema del moho.


Al sumergirse , a una ciudad se introduce un nuevo ecosistema de crecimiento de hongos que cambiará el estado de salud de la población en formas que tan sólo estamos empezando a comprender. La misma infraestructura y la geografía que han evitado que las aguas se retiren, crearán un período singularmente prolongado de proliferación de hongos, el cual puede implicar efectos sobre la salud que perdurarán a lo largo de los años y las vidas de las personas.

Los peligros documentados de la excesiva exposición al moho son muchos. Las directrices emitidas por la Organización Mundial de la Salud señalan que vivir o trabajar entre el moho está asociado con síntomas respiratorios, alergias, asma y reacciones inmunológicas. El documento cita una amplia gama de "respuestas inflamatorias y tóxicas tras la exposición a microorganismos aislados de la humedad de los edificios, incluidos sus esporas, metabolitos, y componentes", así como evidencia de que la exposición al moho puede aumentar los riesgos de enfermedades poco frecuentes como la alveolitis alérgica extrínseca, la alveolitis alérgica y la sinusitis crónica.

Hace doce años, en Nueva Orleans, el huracán Katrina volvió inahabitables la mayoría de las viviendas. A su vez, creó un caldo de cultivo para los mosquitos y las enfermedades que llevan consigo, y provocó una escasez de agua potable y alimentos. Pero mucho después de que se abordaran esas amenazas a la salud humana, la exposición al moho continuó, especialmente en vecindarios de bajos ingresos.

Lo mismo sucede en partes de Brooklyn, donde el sobrecrecimiento fúngico al parecer ha empeorado en los últimos años, desde el huracán Sandy. En el vecindario de Red Hook, un informe comunitario en octubre del año pasado reveló que un número creciente de residentes vivían en apartamentos mohosos.


El altamente publicitado ‘moho tóxico’ —es decir, las variedades que envían las micotoxinas al aire, cuya inhalación puede enfermar gravemente a cualquiera— es el que causa mayor preocupación después de una inundación. Tras el paso del huracán Matthew por Carolina del Sur el año pasado, el lodo alcanzó varios pies de profundidad dentro de las casas durante varios días. Conforme se retiraba, el moho tóxico negro creció. En una comunidad pequeña, Nichols, 261 viviendas quedaron inhabitables por meses, debido más a estos hongos que a la misma inundación.

Los investigadores del Consejo para la Defensa de Recursos Naturales celebraron una conferencia de prensa después de Katrina sobre los niveles peligrosamente altos de esporas de moho en el aire. El grupo acusó a la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de centrarse únicamente en las exposiciones a sustancias como el arsénico, el plomo, el amianto y los contaminantes como aquéllos que se encuentran en la gasolina, ignorando la exposición al moho.

La abrumada EPA en su momento emitió anuncios de radio y distribuyó folletos animando a la gente a utilizar mascarillas cuando ingresaran a edificios inundados, particularmente cuando se hicieran labores de limpieza y se eliminara la placa de yeso de las paredes. Éstas son exposiciones ocupacionales que recaen principalmente sobre los trabajadores manuales.

Los mohos más perniciosos y predominantes no producen micotoxinas muy peligrosas, pero aún así pueden desencadenar reacciones inflamatorias, alergias y asma. Aún se está estudiando el grado de impacto de estas exposiciones en Nueva Orleans después del huracán Katrina.


Estos hongos también emiten productos químicos volátiles que algunos expertos creen que podrían afectar el sistema nervioso humano. Una de estos expertos es Joan Bennett, investigadora de biología vegetal y patología de la Universidad Rutgers, quien ha dedicado su carrera al estudio de las toxinas fúngicas. Ella estaba viviendo en Nueva Orleans durante la tormenta, y recuerda que, si bien a algunos expertos de salud les preocupaban el envenenamiento por metales pesados y el cólera, a ella le preocupaban los hongos.

"Todavía me sorprende que no recibieran más atención de la comunidad científica, dijo en una entrevista reciente. "La ciudad estaba plagada de moho; todo lo orgánico se descompuso. Unas pocas personas hicieron algunos recuentos de esporas muy superficialmente y estaban elevadísimos, pero en el momento casi nadie estudió esto porque estaban enfocados en otras cosas. Así que hice mi propio estudio".

El olor de los hongos en su casa llegó a ser tan fuerte después de la inundación que le daba dolores de cabeza y náuseas. Cuando la evacuaron, y usando una máscara y guantes, se llevó muestras del moho junto con sus valiosas pertenencias. Su laboratorio en Rutgers informó que el compuesto orgánico volátil emitido por el moho, conocido como alcohol de setas, tenía algunos efectos extraños en las moscas de la fruta. Para empezar, afectaban los genes involucrados en la manipulación y el transporte de la dopamina en una forma que imitaba la patología de la enfermedad de Parkinson en los seres humanos.

"Más biólogos deberían estar estudiando los compuestos en fase gaseosa, porque estoy bastante segura de que vamos a encontrar un montón de efectos inesperados que hemos estado ignorando", dijo Bennett.


Aquí es donde las palabras de Trump en apoyo a Houston suenan huecas. Bajo su istración, la financiación de la ciencia que estudia las consecuencias para la salud de la exposición al moho será recortada. Mientras tanto, se espera que aumente la influencia del moho en las vidas humanas con el aumento del nivel del mar y los fenómenos meteorológicos catastróficos. La perenne intensificación de los patrones meteorológicos severos a lo largo de la Costa del Golfo ha hecho que las inundaciones sean cada vez más comunes, al menos en parte debido al calentamiento del océano.

La Agencia de Protección Ambiental, que normalmente estaría encargada de mitigar los efectos del moho sobre la salud en Houston, está actualmente eliminando las regulaciones destinadas a reducir las emisiones de carbono que elevan la probabilidad de eventos meteorológicos severos. La agencia está menos equipada ahora para lidiar con la contaminación ambiental por moho que durante lo ocurrido en Nueva Orleans.

En Houston, la financiación para el rescate a corto plazo es fundamental para salvar vidas y apoyarla es políticamente necesario. Pero la mayoría de las inminentes amenazas al bienestar humano sobrevivirán a las muestras inmediatas de preocupación. Éstas se desarrollarán cuando el agua y las cámaras se hayan ido, y cuando los fondos de emergencia destinados a Houston estén agotados. El moho marcará la línea divisoria entre las personas que pueden permitirse escapar de él y las personas para quienes la tormenta nunca termina.

Este artículo apareció originalmente en inglés The Atlantic y en CityLab.com.

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