La fisioterapia, un aliado para reducir los efectos secundarios del tratamiento contra el cáncer de mama
En la actualidad, el índice de supervivencia al cáncer de mama, el más diagnosticado en mujeres, es de casi 90%. Es decir, desde los 70 ha aumentado casi un 20%. Ya son casi 3 millones de mujeres las que padecen esta enfermedad en Estados Unidos, una cifra sin precedentes. Y se calcula que una de cada ocho mujeres tendrá un cáncer de mama en algún momento de su vida. Así que es importante que consideremos cómo es la vida después del tratamiento.
La realidad es que, aunque muchas consiguen retomar sus vidas, los tratamientos, que son muy agresivos, pueden dificultar las actividades cotidianas. Provocan efectos secundarios que persisten o se desarrollan años después del diagnóstico. Por eso es importante que las mujeres sean conscientes de ellos y los controlen o prevengan antes de que se conviertan en un problema.
Por lo general, las mujeres con cáncer de mama tienen que someterse a algún tipo de cirugía. La menos invasiva es la tumorectomía, que consiste únicamente en la extirpación del tumor y permite la conservación de gran parte del tejido mamario. La siguiente más invasiva es la mastectomía, que implica la extirpación de todo el tejido mamario. Y la más fuerte de todas, la disección de los ganglios linfáticos axilas, suele conllevar la extirpación de los ganglios linfáticos de la axila que se sitúen junto al cáncer.
Normalmente estas cirugías van seguidas de una intensa quimioterapia y radiación. Sin embargo, las consecuencias y los efectos secundarios de la operación y los tratamientos pueden afectar el funcionamiento general del organismo y la calidad de vida.
Como fisioterapeuta e investigadora, llevo una década estudiando los efectos del cáncer y sus tratamientos en el desempeño de las actividades diarias. La buena noticia es que la fisioterapia puede ayudarles a recuperarse y a retomar por completo sus actividades después de haberse sometido a un tratamiento.
Brazos con dolor persistente
La extirpación quirúrgica de los ganglios linfáticos aumenta el riesgo de aparición de un tipo de hinchazón que suele localizarse en los brazos o en las piernas y que se denomina linfedema. Dependiendo de la cirugía y el tratamiento recibido, lo acaban desarrollando entre 10% y 30% de las mujeres.
Las quimioterapias, especialmente un tipo de medicamentos llamados taxanos, suelen provocar lesiones en los nervios de las manos y los pies que se conocen como neuropatías periféricas. Estas dañan los nervios periféricos, lo cual afecta el equilibrio, el sistema vestibular, y el control de la motricidad fina, responsable de habilidades como sostener un bolígrafo o teclear en el ordenador. Las alteraciones del equilibrio suponen, además, un gran riesgo de caída, que en personas de 65 años o más tiende a ser una de las principales causas de discapacidad.
Por otro lado, los taxanos y otro tipo de medicamentos llamados antraciclinas pueden causar también daños en el corazón, llevando, en ocasiones, al fallo cardíaco.
Hoy en día, la cantidad de radiación que reciben las mujeres durante la terapia es menor que la que recibían años atrás, pero sigue siendo problemática. La radiación salva vidas, pero también provoca serios efectos secundarios que pueden perdurar años después del tratamiento. Los tejidos de la zona irradiada o de la zona expuesta a la radiación se hacen más rígidos, fibróticos o duros con el tiempo. Esto engloba todos los tejidos de la zona, incluyendo, a veces, el corazón y los músculos y ligamentos presentes en el pecho.
A medida que los tejidos se endurecen, las pacientes pueden experimentar una reducción del movimiento, lo que puede limitar su capacidad para participar en actividades deportivas, trabajar, realizar tareas domésticas e incluso ducharse o vestirse. Puede dificultar incluso tareas tan simples como ponerse una blusa de manga larga o una americana.
La extirpación de grandes cantidades de ganglios linfáticos, someterse a cirugías muy invasivas y tener sobrepeso u obesidad son factores que aumentan el riesgo de sufrir más efectos secundarios posteriores, como el linfedema. El problema con estos factores de riesgo es que no existe un número mágico: no hay una cantidad exacta de ganglios linfáticos, ni un peso concreto que nos diga nada. De hecho, no todas las mujeres que se someten a una cirugía agresiva acaban desarrollando un linfedema, pero incluso las mujeres que se someten a una tumorectomía, la cirugía menos invasiva, pueden desarrollarlo.
Nuevos tratamientos y enfoques emergentes
Muchos de estos efectos secundarios podrían prevenirse o tratarse de forma efectiva, pero solo si se toman medidas a tiempo. Un modelo de cuidados que ha demostrado sustancialmente su efectividad es el modelo de vigilancia prospectiva. Este método aboga por una revisión previa a la intervención quirúrgica como punto de partida, por un seguimiento periódico tras la cirugía y el tratamiento médico. Mediante esta revisión inicial, cualquier carencia o inconveniente que pueda interferir en la efectividad del tratamiento médico, como la incapacidad de adoptar la posición necesaria para recibir la radiación, puede solucionarse antes de iniciar el tratamiento contra el cáncer.
De este modo, las medidas que se tomen en esta visita pueden utilizarse como punto de referencia para las revisiones posteriores. No obstante, este tipo de cuidados aún no están estandarizados, pero muchos de los fisioterapeutas que tratamos a pacientes que han superado el cáncer de mama esperamos que un día lo estén.
Así, al igual que la gente acostumbra a hacer un par de visitas anuales al dentista para hacerse revisiones preventivas, las pacientes con cáncer de mama podrían acudir a un fisioterapeuta para revisiones del estado de su recuperación. Un seguimiento periódico de las pacientes tras la cirugía y los tratamientos médicos posibilita la detección temprana de cualquier mínimo problema antes de que este pueda agravarse.
El desarrollo de un linfedema constituye un ejemplo de estos posibles problemas. En un estudio a 196 mujeres con cáncer de mama, a aquellas que presentaron en el brazo un 3% más de volumen que en la revisión inicial se les dio una faja y se les enseñó a masajearse el miembro afectado. La intervención temprana revirtió el desarrollo del linfedema y los avances logrados perduraron hasta cuatro y cinco meses después de la intervención.
Sin embargo, aunque el modelo de actuación ideal consiste en tratar los problemas antes de que surjan, muchas mujeres reciben atención en sistemas que no cuentan aún con este modelo. Por consiguiente, estas mujeres solo son tratadas después de la cirugía y el correspondiente tratamiento de radioterapia o quimioterapia.
La importancia del ejercicio
Los fisioterapeutas tienen un papel importante en el tratamiento de los efectos secundarios que pueden surgir tras el tratamiento contra el cáncer. Estos profesionales son expertos del movimiento y están bien cualificados para tratar déficits de fuerza, movimiento y equilibrio.
Esto incluye la recuperación de las funciones corporales después de un tratamiento contra el cáncer de mama. De hecho, múltiples estudios han observado los beneficios de la actividad física tras este tipo de tratamientos y han descubierto que el riesgo de desarrollar linfedema disminuye con el ejercicio.
Unas 154 mujeres en riesgo de sufrir linfedema participaron en un ensayo consistente en un programa de ejercicios progresivos de fuerza sin límite máximo de peso. El porcentaje de mujeres que levantaron peso y desarrollaron linfedema fue menor que el de la población que no se ejercitó.
Por otro lado, en un pequeño estudio piloto que examinaba los impactos del yoga en el volumen de los brazos de mujeres con linfedema, todas las participantes vieron una disminución del volumen de sus brazos al finalizar un programa de ocho semanas.
La función de los fisioterapeutas también es decisiva en el tratamiento de los linfedemas, y lo cierto es que muchos son terapeutas certificados para tratar linfedemas. Estos especialistas prescriben ejercicios y aplican un masaje específico, vendajes de compresión y fajas.
La reincorporación de los 2.8 millones de mujeres estadounidenses afectadas por el cáncer de mama a sus actividades previas es importante. Y la intervención temprana y el continuo seguimiento indicado por el modelo de vigilancia prospectiva puede devolver a estas mujeres algo muy importante para ellas: su vida.
Mary Insana Fisher, Associate Professor of Physical Therapy, University of Dayton
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

