Timochenko, líder de las antiguas FARC, lanza su candidatura a la presidencia de Colombia
BOGOTÁ, Colombia.- Varios cientos de seguidores recibieron a Timochenko con canciones pegajosas y aplausos, banderas blancas y rosas rojas este sábado, en el lanzamiento oficial de su candidatura a la presidencia de Colombia.
“Me comprometo a encabezar ese gobierno de transición que genere las condiciones para el nacimiento de una nueva Colombia”, les dijo Rodrigo Londoño, ahora líder de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, el partido en el que se convirtió la guerrilla de las FARC tras los acuerdos de paz de 2016.
Fatigado, el exguerrillero tuvo que interrumpir varias veces su discurso para tomar agua. No había aparecido en público desde hacía meses y ha pasado períodos en Cuba para recuperarse del accidente cerebral que sufrió en julio.
Sergio Velázquez lo escucha. Lleva la camiseta de las FARC de puertas adentro, porque de puertas para afuera todavía tiene miedo. “Era mucho más cómodo vivir en la clandestinidad... dar la cara y salir del clóset ha sido demasiado peligroso”, dice este técnico de laboratorio de 58 años, que dedicó 23 de ellos a las milicias urbanas de la guerrilla en Bogotá.
“Si no morimos en la guerra, podemos morir en la paz”, repetía con épica entre un público tímido que levantaba el puño al grito de “Timo presidente con la gente”. Mientras oía hablar de pobreza, de nuevas formas de hacer política, de corrupción, de salud, de medio ambiente, de arte y de educación, Velázquez itía que el estigma aleja a todos los demás candidatos de un partido con este acrónimo y esta historia.
También se escuchaban referencias a las decenas de guerrilleros muertos desde la dejación de armas hace poco más de medio año, incluidos los dos abatidos mientras hacían campaña por las FARC recientemente. Esta violencia, la costumbre de vivir en silencio y el fantasma de los asesinatos de de los años ochenta de miles de guerrilleros desarmados, tienen todavía camuflados a muchos de la guerrilla que hicieron el trabajo en la ciudad.
“Yo no tengo miedo por mí, sino también por mi madre, mi familia... ellos están en el barrio y les puede pasar cualquier cosa”, explicaba un estudiante de Pedagogía de 23 años que todavía prefiere ser identificado por su alias, Jacobo.
Jacobo pertenece desde los 16 años al Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia, brazo político de las FARC. Dice que por fin la gente puede saber a qué se han dedicado todo este tiempo: al trabajo en los barrios, a las reuniones y a impulsar proyectos, aunque sabe que la falta de confianza de ellos hacia el Estado y de la sociedad hacia ellos, es una barrera.
De puertas para afuera, no está tan claro el interés que genera el partido, ni si los colombianos están dispuestos a apoyar una formación con la que ningún otro candidato está dispuesto a pactar y que cuenta con apenas 2% de intención de voto de cara a las presidenciales de mayo. Diez de los líderes históricos de la guerrilla ya tienen garantizado su asiento en el Congreso gracias al acuerdo de paz y hacen campaña por lograr más.
Jacobo es de los que pensaba que había que lanzar a las elecciones caras nuevas y cambiar de nombre, aunque eso fuera desmitificar las siglas por las que pelearon contra un Estado al que ahora pertenecen.
“Yo los conozco de cuando hacían masacres y volaban torres y puentes. Para que los escuchen, tienen que darse a conocer y traer buenas ideas”, dice Eliécer Barrera, que tiene una pollería a pocas cuadras del escenario donde se celebró el acto en el barrio de Ciudad Bolívar, un suburbio habitado por desplazados por el conflicto, donde la mayoría rechazó los acuerdos de paz en las urnas, escenario de la guerra urbana entre la guerrilla y los paramilitares.
Una conversión polémica
La llegada de los guerrilleros a la política colombiana sin haber pasado por la justicia, ni siquiera el tribunal especial para la paz que no prevé penas de cárcel para ellos, es uno de los asuntos más polémicos de esta campaña y los candidatos más conservadores ya han anunciado que harán las reformas necesarias para que los excombatientes queden fuera de la Cámara hasta que pasen por los tribunales. El partido del expresidente Álvaro Uribe, el mayor opositor a los acuerdos de paz con las FARC anunció el mismo sábado que denunciará ante la Corte Penal Institucional la candidatura de Timochenko.
“Pero si la gente los vota, me parece bien que estén en política”, reflexiona el comerciante.
En la acera frente a su negocio, Pedro Martínez, un camionero de 50 años que lleva 10 en Bogotá tras huir de la violencia en el departamento de Santander, se pregunta qué hace esa gente ahí.
“Yo soy del campo y por eso digo que no los votaría nunca. ¿Cuántos huérfanos no han dejado? ¿A cuántos padres no les han matado a los hijos?”, se preguntaba cuando llegó un vecino en su bicicleta renegando de esa celebración, con música, pantalla gigante y confeti de colores, que era abierto al público pero cercado por una valla y rodeado de policías que escrutaban a quien quisiera pasar.
Fuera de la barrera se quedaron los curiosos pero recelosos. Una mujer de 42 años con un cachorro en el escote decía que solo había ido a ver qué cara tenían los que mataron a su padre, a su abuelo, a sus hermanos, a 13 de sus familiares en total. Ahora trabaja para intentar que su hijo vaya a la universidad y ni siquiera contempla darles su papeleta. Ella todavía tiene miedo de dar su nombre por si le matan a la mamá, que vive en el Meta, de donde ella tuvo que salir en los años noventa. Su pareja —un hombre más alto que ella, rapado— dice en cambio que no tiene temor y que sí votaría a la guerrilla a ver si logran acabar con la pobreza.
“No faltan los que nos llaman terroristas, asesinos, pero al menos nos escuchan y con el abstencionismo que hay en este país, muchos nos han dicho que mientras no vengamos a robar, tal vez nos voten”, cuenta Julián Arana, de 30 años, exmiliciano en Ciudad Bolívar.
Arana apoya la campaña, reparte panfletos y recibe tanto críticas como aplausos. Lleva años haciendo activismo por el medio ambiente en la capital y ahora es el quinto en la lista al Congreso por Bogotá. Sabe que necesitará más votos de los que puede conseguir para lograr un escaño, pero está consciente de que la campaña es un paso más en la histórica transición de la guerrilla más antigua de América Latina.
“Hace unos años nunca nos hubiéramos imaginado un acto público acá en el barrio”, dice, incrédulo, mirando a su alrededor.