Lula da Silva se retira de la carrera presidencial y Fernando Haddad será su sustituto

SAO PAOLO, Brasil.- Brasil enfrenta el próximo mes de octubre las elecciones más inciertas desde la redemocratización del país. En los últimos seis meses los brasileños han vivido la paradoja de tener entre rejas a su candidato favorito, Luiz Inácio Lula da Silva, con un 39% de la intención de voto a finales de agosto. La defensa a ultranza de su inocencia y los resultados de las encuestas hicieron que el expresidente se aferrara al puesto de candidato como un náufrago a los restos de su balsa.
Desde su entrada en prisión el pasado 7 de abril, condenado a 12 años de cárcel por corrupción pasiva y lavado de dinero, se daba por hecho que su candidatura tenía los días contados. La batalla judicial que emprendieron sus abogados con innúmeros recursos ante diversas instancias para conseguir un habeas corpus y mantener viva su candidatura, no dio sus frutos.
Tampoco sirvió la recomendación del Comité de Derechos Humanos de la ONU que exigió a Brasil que mantuviera los derechos políticos del petista y le permitiera participar en los comicios. El Tribunal Superior Electoral (TSE) amparado por la Ley de la Ficha Limpia, que dice que ningún condenado en segunda instancia –como sería el caso del ex mandatario– puede participar en unas elecciones, rechazó el pasado 31 de agosto la candidatura del exmandatario.
A menos de un mes para la primera vuelta electoral (7 de octubre), el líder del Partido de los Trabajadores (PT) ha tenido que aceptar la sentencia del TSE que le daba hasta el 11 de septiembre para presentar a su sustituto. Este martes desde su celda de la cuarta planta de la Delegación de la Policía Federal de Curitiba, Lula da Silva ha marcado la nueva hoja de ruta del partido con el nombre de Fernando Haddad (PT) como nuevo candidato presidencial, y el de Manuela D’Avila (PCdoB) como vicepresidenta. El resultado de los comicios se mantiene como un gran interrogante, pero al menos ya se conocen sus jugadores definitivos.
Tras la desaparición de Lula y con un 24% de intención de voto, el nuevo favorito para conquistar el Palacio de Planalto es el ultraderechista Jair Bolsonaro (PSL). El ex capitán del ejército fue hospitalizado el pasado jueves tras sufrir un atentado durante un acto de campaña en Juiz de Fora (Minas Gerais). Bolsonaro recibió una puñalada en el abdomen que le dejó en estado “muy grave” de la que se recupera en el hospital Albert Einstein de Sao Paulo, ya fuera de peligro. A partir de ahora su campaña continuará exclusivamente en las redes sociales, un terreno que domina al ser el candidato con más seguidores en Facebook y Twitter.
Los efectos del atentado en la campaña no han sido significativos, según la encuesta de Datafolha presentada este lunes. El ultraderechista subió de un 22% a un 24% de intención de voto, pero también aumentó su rechazo entre los electores de un 39% a un 43%. Conocido por sus declaraciones xenófobas y por su defensa de la violencia a la hora de hacer política, Bolsonaro se convirtió, sin quererlo, en víctima de su propio discurso, lo que le favorece entre sus fieles pero le aleja todavía más de sus enemigos.
En el segundo puesto hay casi un empate técnico entre los tres candidatos. El alagoano Ciro Gomes (PDT) con un 13% y ubicado más a la izquierda, empataría con Marina Silva (Rede) con un 11%, de centro y conocida por su preocupación por las cuestiones medioambientales; por último Geraldo Alckmin (PSDB) con un 10%, de derecha y cercano al gobierno de Michel Temer, que apuesta por las privatizaciones y el recorte del gasto público.
Muy de cerca les sigue Fernando Haddad (PT), que a pesar de estar por detrás, es el candidato que más ha subido en esta última pesquisa con un salto del 6% al 9% de la intención de voto. Diversos analistas calculan que a partir de este martes, ya como candidato oficial del PT elegido por Lula, la tendencia será de subida hacia los primeros puestos. “La fuerza que tiene la maquinaria del Partido de los Trabajadores y lo que influye la palabra de Lula hacen de Haddad un candidato con muchas posibilidades de disputar la segunda vuelta con Bolsonaro”, le dice a Univisión, la profesora de Relaciones Internacionales de la Unifesp y analista política, Esther Solano.
Clima de odio y polarización
El impeachment contra Dilma Rousseff, los escándalos de corrupción descubiertos por la operación Lava Jato –que afectan a las principales siglas del país– y la polémica prisión del ex mandatario Lula da Silva, han dejado a la sociedad brasileña además de descreída de sus políticos, profundamente enfrentada en dos bandos irreconciliables: los antipetistas y el resto.
En este contexto no es casual que el candidato mejor ubicado sea el ultraderechista Jair Bolsonaro con su discurso de odio como principal reclamo electoral. Una semana antes de sufrir el atentado, inflamaba la campaña con su habitual tono incendiario: “He venido aquí para fusilar a todos los petistas” y para ilustrar sus palabras tomaba el trípode de una cámara y se lo colocaba como si fuera una ametralladora con la que apuntar al enemigo. “Vamos a patear en el culo al comunismo”, gritaba entre los aplausos de miles de seguidores en el estado de Acre (norte del país).
Pero nadie esperaba que su apología a la violencia se concretara con un atentado. “Brasil se ahoga en un mar de bilis”, decía el columnista de la Folha de Sao Paulo, Clovis Rossi, quien se mostraba “asustado” por la agresividad que se respira en estos comicios. Nunca antes en la reciente historia democrática del país un candidato presidencial había sufrido un ataque de esta índole. El pasado mes de marzo, el autobús en el que se trasladaba el ex presidente Lula da Silva, entones pre candidato presidencial, recibió tres disparos. Pero en esta ocasión no hubo ningún herido. Entonces algunos de los candidatos presidenciales como Geraldo Alckmin (PSDB) o el propio Jair Bolsonaro (PSL), no mostraron piedad por el líder del Partido de los Trabajadores (PT) y ambos declararon que Lula había recogido lo que plantaba.
En esta ocasión la condena de los candidatos ha sido unánime, y todos lo han usado como baza electoral: “Con la violencia no se consigue nada, hay que calmar los ánimos y pacificar el país”,decía Alckmin en alusión al discurso agresivo de su enemigo en las urnas, Jair Bolsonaro.
Si para unos el atentado contribuirá a calmar los ánimos, para otros, como el politólogo Pablo Ortellado, “puede desencadenar en una ola de violencia”. Según Solano, “es pronto” para tal afirmación”, pero sí piensa que el ataque sufrido por el ultraderechista reafirma su discurso sobre la legalización de las armas: “Ahora defenderá más que nunca la idea del ojo por ojo, cuando repite que los brasileños están indefensos y tienen que poder defenderse”, señala la profesora.
En el escenario electoral de la segunda vuelta (28 de octubre) el discurso del odio de Bolsonaro se debilita. Según la última encuesta del Ibope, en este caso el candidato del PSL perdería contra todos sus adversarios, salvo contra el petista Fernando Haddad con el que alcanzaría un empate técnico. Un enfrentamiento de ambos en el segundo turno parecería un reflejo casi perfecto de este Brasil dividido, polarizado y de futuro incierto.