"Es terrible dormir en la calle por primera vez en tu vida": las familias empujadas a la calle en una Argentina empobrecida

BUENOS AIRES, Argentina. - Luján y Carlos están sentados en la esquina de Avenida Santa Fe y Junín en el residencial barrio de Recoleta de Buenos Aires. Si uno levanta la vista alcanza a ver los detalles de la arquitectura palaciega de esta zona de la ciudad, a la que llamaban “La Petit París” de América Latina. La pareja sostiene un cartel de cartón que, en inglés y castellano, dice: “Por favor, ¿nos podrían ayudar? Nos desalojaron y perdimos todo. Muchas gracias”.
Hace un año, la vida de ellos era muy distinta. Vivían en un departamento que alquilaban en el centro de la ciudad por unos 160 dólares por mes. Carlos trabajaba como chofer, con un sueldo que le alcanzaba para vivir. Su mujer hacía algunos trabajos de limpieza en casas de familia y empresas.
"Éramos clase media. De la noche a la mañana se nos vino el mundo abajo. Tenemos trato con mucha gente que está igual -o peor- que nosotros”, cuenta Luján, sentada en el umbral de una vidriera.
Después de un desperfecto en el departamento que alquilaban -se explotó un caño de agua-, Carlos tuvo un pico de estrés y no pudo volver a trabajar por un tiempo. Perdieron todas sus pertenencias.
Las familias que llamaban a Luján para que limpiara las casas comenzaron a hacerlo cada vez menos porque algunos de sus integrantes se quedaron, a su vez, sin trabajo; a eso se sumó el aumento de hasta el 3500% de las tarifas de servicios públicos en la era del presidente Mauricio Macri. La pareja vivió en la calle por primera vez en su vida. Ahora, cuando consiguen algo de trabajo, pagan una pensión, que les cobra 13 dólares la noche. “La situación te da mucha bronca, impotencia, indignación...” dice Luján, con los ojos vidriosos.
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Cuando asumió su mandato, en diciembre de 2015, el presidente Mauricio Macri prometió “Pobreza Cero” en la Argentina. No sólo incumplió con uno de los pilares de su campaña sino que hubo un incremento de la pobreza estructural.
Según el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), una de las instituciones más confiables y citadas del país, las cifras entre 2017 y 2018 aumentaron del 26.6% al 31.3% de la población argentina. Lo que significa que existen 12.7 millones de personas con carencias importantes para su vida; dicho de otra forma: el 31.3% de los argentinos es pobre. Las mediciones no sólo tomaron el índice de ingreso sino también otros factores sociales que hacen a la calidad de vida, como servicios básicos, vivienda y seguridad social.
Dentro de ese panorama desolador, Luján y Carlos forman parte del fenómeno de los “caídos” de una clase media a la pobreza. Son sectores que vieron deteriorada su capacidad de consumo y se fueron empobreciendo año a año. Hace diez meses, vivían en un departamento, con calefacción, y tenían dos salarios. Ahora, todo cambió. Luján lo explica fácil.
“Antes, hacíamos en el supermercado la compra diaria y semanal. Comíamos cuatro veces por día. Hoy, apenas nos alcanza para un café con leche o mate con algunas galletitas. Dependemos de lo que nos da la gente”, cuenta la mujer de 57 años.
Carlos está buscando trabajo. Aunque toda su vida fue chofer de micros y taxis, su médico le recomendó que buscara otro empleo menos estresante. Tiene temblores frecuentes y su salud es frágil. Su sueño es encontrar algo de sereno o en el rubro de limpieza, como su mujer. En la Argentina de hoy, no es fácil encontrar trabajo para alguien joven y universitario; mucho menos para un hombre de 63 años, con estudios básicos.
Luján hace una pequeña historiografía de las crisis económicas que vivió a lo largo de su vida. Según su mirada, ésta es aún peor que la de finales de 2001, que provocó el colapso institucional del país, que llegó a tener cinco presidentes en once días.
“En 2001, se trabajaba. Tenías el problema de la inflación, con los precios que cambiaban cada cinco minutos, pero algo encontrabas. Yo no recuerdo otra situación como la que vivimos hoy. No sabés lo terrible que es dormir en la calle por primera vez en tu vida. Pasamos la noche abrigados con una manta y abrazados. Nos turnábamos para dormir por miedo a que nos robaran. Hay días que no tenés ganas de levantarte. Querés romper todo de la bronca”, dice Luján, que cada tanto recibe algún llamado para limpiar casas.
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Julio Gambina, docente de economía política de varias universidades públicas y presidente de la Sociedad Latinoamericana de Economía Política y Pensamiento Crítico (SEPLA), es lapidario con su análisis. Cree que, incluso si logran conseguir un empleo, Luján y Carlos apenas cambiarían su situación.
“Además de los números oficiales de la pobreza, hay un 35% de la población trabajadora en situación irregular. Son los que, aún teniendo trabajo, viven en una situación precaria. No alcanza con trabajar para salir de pobre. Hay muchos jubilados que hacen changas -trabajos informales- para cubrir sus necesidades de vida cotidiana. Los sectores medios perdieron su capacidad de consumo. El Gobierno lanzó un plan de 'Precios Esenciales' (productos de canasta básica a precios congelados), que no sirve de nada. A finales de los 80, una gran cantidad de la población que venía de sectores medios se sumó a la pobreza. Otro momento de quiebre fue el 2001 y ahora vuelve a suceder. Al no tener ingresos, venden el poco patrimonio que les queda”, analizó.
Las deudas que contrajo Macri con el FMI son a cien años. En un 2019 de elecciones presidenciales -se realizarán en octubre-, la gran preocupación del oficialismo y de la oposición es la misma de cara al futuro: los vencimientos y las renegociaciones con el organismo. “El acuerdo -agrega Gambina- es tremendamente gravoso y empeorará los datos actuales. El marco político es de condicionamiento e hipoteca para los futuros gobiernos. Hasta ahora ningún candidato dijo que desconocerá el acuerdo con el FMI o que modificará en algo la política económica. Nadie habla, en el fondo, de revertir la ecuación de beneficiarios y perjudicados”.
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En Buenos Aires, el aire de otoño se pone frío. Luján y Carlos guardan el cartel para volver al día siguiente. Para ellos, fue un buen día. “Si llegamos a cubrir para el techo, nos sentimos felices”, dice ella. Hay algo que le molesta mucho. No habla de indiferencia sino del dedo levantado que los juzga sin saber de ellos.
“Una mujer, en tono de burla, leyó mi cartel en inglés. Me dijo: 'Si sabés inglés, ¿por qué no das clases entonces?' Ella no tenía idea que a mí me habían ayudado a escribirlo. Otros ven películas y piensan que los que viven en la calle es porque quieren”.
En cinco meses, Luján y Carlos deberán votar. En el último año, fueron desalojados del departamento donde viven y no tuvieron dinero para alquilar uno nuevo. Ahora, pasan sus días en una pensión o en la calle, de acuerdo a la recaudación del día.
¿Cómo definirías al gobierno de Mauricio Macri?
"Sin palabras. No sé qué te puedo decir. Me decepcionó".
¿Lo votaste?
"Nunca lo voté".
Pero pensabas que podía modificar algo. Él se construyó como el estandarte del “cambio”.
"Nosotros no tenemos nada que ver con la política. Queremos trabajar y no nos falte un plato de comida. Una pavada. Pero ahora viene el frío. Si me da un resfrío, quisiera tener unas monedas para comprarme algo en la farmacia. No pido mucho, ¿no?".