Comunicadores ecuatorianos que investigaron asesinato de colegas en Colombia crean el grupo “Periodistas sin cadenas”

Este octubre se cumplen seis meses de la ejecución de los tres trabajadores del diario ecuatoriano El Comercio, Javier Ortega, Paúl Rivas y Efraín Segarra, que fueron secuestrados el 26 de marzo en la frontera colombo-ecuatoriana por los disidentes de las Farc, reagrupados en el Frente Oliver Sinisterra. La fecha coincide con la publicación de los hallazgos que han hecho 20 periodistas de Ecuador y Colombia, que sumaron esfuerzos para investigar qué pasó con el equipo periodístico y responder a preguntas clave como qué hicieron ambos países para rescatarlos con vida.
Las pistas para deshilvanar los 19 días que duró el cautiverio vienen de Colombia. El pasado 21 de junio, los testimonios de testigos protegidos llevaron a dar con los restos de los tres ecuatorianos en la selva colombiana y empezó a soltarse el ovillo de la historia . También aportaron las detenciones de dos disidentes, alias Cherry y alias Reinel, que participaron en el traslado de los periodistas y en su custodia, y está por vincularse a una tercera persona, alias Roberto, un ecuatoriano también detenido en Colombia, que habría engañado a los periodistas para hacerlos cruzar al lado colombiano.
En el lado ecuatoriano las averiguaciones no han dado resultados. El caso sigue en indagación previa y todo su contenido es reservado. No ha habido detenidos, y policías y militares todavía se excusan para no acudir a la Fiscalía. Por eso es importante la investigación periodística que señala contradicciones, vacíos y confusión.
El presidente de Ecuador, Lenín Moreno, tras el asesinato de los comunicadores ordenó la desclasificación de los archivos del caso. Eso fue un baño de transparencia y funcionó como un antídoto ante la necesidad urgente de varios periodistas de saber qué pasó. Pero pasaron las semanas y esa información solo se entregó a los familiares de los fallecidos, quienes optaron por guardar reserva hasta que los delegados de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que tras conceder medidas cautelares para el equipo periodístico inició la investigación del caso en ambos países.
¿Qué tanto de esa información es útil para la investigación? Los familiares al conocer el contenido criticaron que buena parte de la documentación no era ni reservada ni secreta. Había boletines de prensa sobre las acciones de la Cancillería de Ecuador y casi 100 hojas con condolencias que llegaron de varios países.
El trabajo periodístico recoge detalles de los dos canales de comunicación que la Policía de Ecuador abrió con los disidentes. El primero empezó con la venia de la Dirección General de Inteligencia. Uno de los interlocutores era un policía destinado a la frontera que ofrecía una reunión con los disidentes que nunca se da. Los otros eran Guacho y otro disidente que exigían la libertad de tres personas vinculadas a su organización y detenidas en enero. En ese chat se anuncian atentados a ciudades y hay amenazas sobre la población civil, pero todo es ignorado hasta que se comunica del secuestro del equipo periodístico. “Nunca me va a aceptar lo que le informo. Tengo tres personas retenidas ecuatorianas. Dos periodistas de Quito y el chofer. En sus manos está la vida de esas personas”, dice Guacho la tarde del 26 de marzo. “En 10 minutos téngame respuesta o desaparecerán esos señores”.
Unos días después, la Unidad Antisecuestros de la Policía abre un segundo canal para la negociación, pero el libreto usado en el intercambio de mensajes solo conduce al asesinato de los periodistas. “Para cuándo me libera a mis muchachos o mato a los periodistas, y dígale a ese ministro del Interior que le tengo en la mira y mis ataques y bombas van a continuar. Hoy les mando el video de uno de ellos muerto”, dice en el último mensaje, enviado el 7 de abril.
Los periodistas ecuatorianos que asumieron el reto de seguir investigando han acordado llamarse Periodistas sin cadenas. El nombre tiene que ver con la necesidad de seguir haciendo periodismo en libertad, sin las cadenas que llevaron los periodistas cautivos hasta el mismo momento que los dispararon en la mitad de la selva colombiana. La muerte de sus tres colegas representó la primera baja violenta para el periodismo ecuatoriano y el deseo de que no se vuelva a repetir y haya justicia los empuja a responder con más periodismo.