90 tumbas, 90 nombres: la historia de los argentinos desconocidos enterrados por décadas en Malvinas
En el cementerio Darwin hay unas 230 cruces blancas, todas iguales. Rodeadas de estepa y viento, al borde de un mar helado. Están en una costa solitaria de una isla que se llama precisamente Soledad, la mayor de las Malvinas, en el Atlántico Sur. Pero el lunes pasado —temprano por la mañana—, el cementerio se pobló de cientos de personas. Eran las familias de los sepultados, los caídos argentinos en la guerra entre Argentina y Reino Unido de 1982 por el control del archipiélago, que esperaron 36 años para saber cuál era la cruz de su hijo, de su padre, de su hermano, de su novio.
Por primera vez podían ver el sepulcro con el nombre de su ser amado. Llantos, abrazos a las cruces, manos acariciando los nombres en las placa de mármol negro a estrenar. Ese dolor del principio poco a poco se fue transformando en dicha, relata Sergio Aguirre, hijo de uno de los 90 caídos reconocidos por muestras de ADN que recuperaron gracias a un extenso trabajo realizado por el Comité Internacional de la Cruz Roja ( CIRC) y el Equipo Argentino de Antropología Forense.
En 1982, Argentina vivía los estertores de una sangrienta dictadura militar que había comenzado seis años antes. El 2 de abril de ese año, Leopoldo Fortunato Galtieri, presidente de la junta de gobierno, ordenó el desembarco de tropas en las Islas Malvinas, un archipiélago al que en 1833 llegaron buques del Reino Unido con tropas que expulsaron a la población argentina que las habitaba. Desde entonces, Buenos Aires mantiene su reclamo histórico de soberanía sobre el territorio, al igual que los británicos, que las conocen como Falklands.
Para muchos, Galtieri buscaba un éxito militar que revitalizara la ya desgastada dictadura atenazada internacionalmente por denuncias de violaciones a los derechos humanos. El militar vio en Malvinas la oportunidad y explotando el genuino sentimiento patriótico de millones de argentinos, se lanzó a la aventura militar con soldados que en muchos casos no llevaban equipamiento adecuado para el gélido otoño austral. Muchos de los combatientes no llevaban su identificación, al igual que los marinos mercantes que colaboraban en navíos argentinos. Por eso, en parte, de las 230 cruces, 121 no tenían nombre.
Una tumba que ya no está en el mar
Uno de esos civiles era Miguel Aguirre, un marino mercante que se sumó como voluntario a la tripulación del ARA Isla de los Estados, un barco de transporte tripulado por 25 personas que llevaba suministros a los soldados argentinos que peleaban en las islas.
Su hijo, Sergio Aguirre, tenía 17 años cuando lo vio por última vez.
El barco argentino fue hundido por una fragata británica el 10 de mayo de 1982. " Era lunes. Mi mamá escuchó ese mismo día por radio de onda corta sobre una explosión en el ARA Isla de los Estados", cuenta Sergio a Univision Noticias.
Tuvieron que esperar casi una semana para saber qué había pasado.
"El sábado siguiente al hundimiento llegaron emisarios del gobierno a mi casa con un papel que decía que efectivamente el Isla de los Estados fue hundido. Que mi papá estaba desaparecido y posiblemente muerto. Y con eso nos quedamos estos 36 años".
"Siempre pensamos que la tumba de papá estaba en el mar", dice Sergio.
Pero no.
De los 25 tripulantes de la nave argentina murieron 23. De ellos, 15 eran civiles como Aguirre, y no llevaban identificación. El 22 de agosto de 1982, poco más de tres meses después del hundimiento, los británicos recuperaron un solo cuerpo y lo enterraron en Darwin. Bajo la cruz quedó la inscripción "Soldado argentino solo conocido por Dios".
Era Miguel. Solo que tuvieron que pasar 36 años para que su familia lo supiera.
Cuando el gobierno argentino anunció en 2012 el comienzo de las negociaciones para que el Comité Internacional de la Cruz Roja y el Equipo Argentino Forense tomaran muestras de ADN de los caídos y lo cotejaran con el de las familias, los Aguirre no le encontraron sentido. Miguel estaba en el mar.
Pero por la insistencia de la presidenta de la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas, María Fernanda Araujo, accedieron el año pasado a dar sangre para los forenses, sin mucha esperanza.
"El 6 de diciembre (de 2017) nos reunimos en la secretaría de Derechos Humanos. La nuestra fue la última entrevista", relata Sergio y agrega que la antropóloga les contó la historia y les informó que, efectivamente el cotejo de ADN era positivo. "¿Están seguros?", fue la reacción incrédula de Ana María, la viuda de Miguel.
Sergio visitó la tumba de su papá el pasado lunes, 36 años después de haberlo visto por última vez. Con 53 años, tiene tan solo uno más que su papá cuando murió en el mar.
230 cruces argentinas, un coronel británico
El cementerio Darwin fue 'obra' del coronel británico Geoffrey Cardozo, quien entonces tenía rango de capitán.
Cardozo llegó en junio a las islas, días después de la capitulación argentina, con la misión de supervisar la disciplina de las tropas, pero pronto quedó a cargo de la recuperación de los cuerpos de soldados argentinos que habían quedado diseminados por las islas.
"Mi madre me había dado un beso enorme y un abrazo muy fuerte antes de que me marchara a las islas. Y cuando estaba con cada cuerpo yo pensaba en mi madre y pensaba que así también esa otra madre besó a ese soldado", explicó Cardozo a Univision Noticias recordando cómo empezó su labor.
"Cada uno de estos chicos eran huérfanos, porque sus padres estaban en el continente. Yo era el único que podía encargarme de ellos. Entonces los enterré en un cementerio bonito, con dignidad y con honores militares".
Cardozo estuvo en el grupo de personas que viajaron a la isla para la ceremonia de la semana pasada.
"A Cardozo las familias argentinas de los caídos lo adoran, cuando lo ven lo abrazan", cuenta a Univision Noticias Roberto Menna, subdirector de Comunicación de la Secretaría de Derechos Humanos de Argentina, que fue uno de los organismos claves en las negociaciones tripartitas entre británicos, argentinos y CIRC. Menna también acompañó a las familias el pasado lunes a visitar el cementerio.
Detalla que el trabajo que los forenses hicieron en 2017 fue facilitado en buena parte por la labor de Cardozo al enterrar a los caídos.
En total, en el conflicto murieron 649 argentinos. De ellos, 323 murieron en el episodio tristemente más famoso de la guerra que fue el hundimiento del ARA General Belgrano, el 2 de mayo del 82, fuera de la zona de exclusión establecida por los británicos en torno al archipiélago.
Del resto de los caídos, 238 fueron enterrados por Cardozo.
Diego Rojas Coronel, jefe de Misión de CIRC en Argentina, explica a Univision Noticias que había 121 tumbas sin nombre, pero 122 caídos, debido a que en un sepulcro se hallaron restos de dos caídos.
"Hasta ahora 90 ya fueron localizados" y se espera que el número crezca.
Las partes
Cristina Fernández de Kirchner anunció el comienzo de las negociaciones para devolverle la identidad a cada sepulcro.
“El pedido lo recibimos de las autoridades argentinas en 2012”, explica Rojas Coronel y añade que organizaciones de veteranos y familiares junto con el propio Cardozo y el cantante británico Roger Waters (ex Pink Floyd), quien fue un activo impulsor de la causa, hablaron con el gobierno kirchnerista en su momento para promover la iniciativa.
En 2015, con la llegada de Mauricio Macri al poder, cambió el signo político gobernante en Argentina pero las conversaciones continuaron con las mejores perspectivas. Desde el gobierno argentino aseguran que la política de estado "fue avanzar con el trabajo".
Las negociaciones tripartitas, detalla Menna, fueron fluidas y los británicos mostraron buena disposición.
Destacan la buena voluntad de Mark Kent, embajador británico en Buenos Aires que hasta "abrió las puertas de su casa y de la embajada" para recibir a los argentinos, y el crucial papel que jugó la el CICR en acercar a las partes.
“El 8 y 9 de diciembre de 2016, nos reunimos en Ginebra, Suiza, con representantes de los dos gobiernos. Luego, el 20 de diciembre, logramos firmar un acuerdo tripartito para comenzar al año siguiente", detalla Rojas Coronel.
A mediados de 2017, empezó el trabajo en el cementerio. En diciembre se informó a las familias.
La sangre
Entre 2013 y 2015, CIRC comenzó el trabajo de campo con las familias, a las que hubo que explicar los detalles del trabajo, en qué consistía, pedir muestras de sangre para cotejar material genético.
"Teníamos que asegurarnos de dar con familias que querían conocer esta información, además necesitábamos que nos proveyeran datos ante mortem, que son aquellas características distintivas de las personas fallecidas como altura, edad, etc", explicó Rojas Coronel.
Además, desde la Secretaría de Derechos Humanos detallan a Univision Noticias que el hecho de que durante el conflicto en Malvinas había una dictadura militar, muchos de los registros sobre la guerra simplemente desaparecieron.
El trabajo fue casa por casa, familia por familia.
Los números son estos:
- 148 familias podían potencialmente tener a su ser querido enterrado en Darwin.
- 107 familias brindaron información genética y ante mortem.
- 90 familias ya tienen datos genéticos cotejados y encontraron el sepulcro de su ser amado.
- 9 familias que dieron sus datos recibieron la triste noticia de que su ser amado no estaba en isla Soledad.
"A todos los que yacen en el cementerio se les pudo hacer perfil genético. En varios casos falta información suficiente de las familias", indica Rojas Coronel.
La cruz correcta
A principios de los años 90, comenzaron poco a poco a reestablecerse viajes esporádicos al archipiélago para los familiares de los caídos argentinos.
Muchos llegaban por primera vez tras años de la muerte de su ser amado en combate. Encontraban en el cementerio muchas cruces blancas pero ninguna con el nombre de su hijo, su padre, su hermano.
A falta de la cruz correcta, los familiares escogían una cruz sin nombre y allí ponían sus agasajos: rosarios de plástico, cartas, flores, fotos, lazos.
"Lo que hacían entonces era 'adoptar' una cruz de todas las que no tenían nombre", cuenta Sergio Aguirre.
Pero este viaje del lunes 26 de marzo, justo una semana antes del 36 aniversario de este 2 de abril, fue completamente diferente.
Fueron y volvieron en el día. Hacerlo, explica Menna, fue decisión de las familas. "La población estable de las islas ahora es cercana a 2,400 personas. No hay modo de brindar alojamiento a las cerca de 246 personas que viajamos a Malvinas. La opción era ir en varios contingentes en diferentes viajes, pero ellos prefirieron ir y volver todos juntos. Para acompañarse".
Eduardo Eurnekian, un empresario argentino que siempre colabora con la causa de los veteranos de Malvinas, puso a disposición dos aviones que salieron desde Buenos Aires, y facilitó el envío de las lápidas negras con los nombres para suplantar las de "Soldado argentino solo conocido por Dios".
" Muchos de los que fueron no tenían tumbas que visitar", indica Rojas Coronel. Son aquellos cuyo familiar aún no pudo ser nombrado por falta de datos genéticos.
Pero para los otros, llegar al cementerio esta vez fue llegar a abrazar la 'cruz correcta'. A tocar con las manos el mármol tallado con el nombre de su ser querido.
Este viaje fue un cierre. Un sosiego. Una confirmación de la muerte de alguien amado, 36 años después.
"Una persona que fallece en circunstancias en que la familia desconoce su paradero no es una ausencia sino una presencia por vacío", dice Rojas Coronel. "No saber hace que en la mente no se pueda materializar ese final".
Muchos se preguntan porqué tan lejos el sepulcro. Por qué no trasladan los restos al continente. Para estos argentinos hay una explicación patriótica.
Sergio Aguirre, lo mismo que los demás familiares que fueron al cementerio de Darwin, considera que su papá descansa en suelo argentino.