México y el K-Pop: Una obsesión inocente por la perfección surcoreana

Mi incursión en el K-Pop empezó un día que invité a un amigo a cenar. No tenía mucho que darle, así que no pensé mucho y me salí a la calle en busca de algunos ingredientes para hacer un ramen.
Caminé un par de cuadras a un minisúper coreano que hay en la colonia Cuahutémoc, de la Ciudad de México. Compré unos pedazos de carne, ajonjolí tostado, salsa de soya, jengibre, cebollín, hongos shitake, tofu y un paquetito de Pocky de chocolate con almendras. Pero no fue sino hasta que me pasée por los pasillos de la izquierda que me di cuenta que estaba dentro de un lugar mítico para los K-Popers de México.
Al fondo del pasillo del minisúper hay un local de doble altura con un esténcil de una chica con un bowl de ramen que dice The Ramen House. Hasta hace poco, el corredor para entrar al local estaba forrado con cartas de fans, posters de grupos K-Poperos y idols coreanos. Ya dentro del local, pantallas pasan videos de K-Pop constantemente y, si subes unas escaleras hay una boutique de maquillaje coreano.
Recientemente los millennials mexicanos demostraron su amor por el K-Pop de la manera más mainstream posible, cuando CD9, la boy band más popular de México, sacó un sencillo en colaboración con la girl band surcoreana Crayon Pop.
Que la colaboración entre estas dos bandas millennials consiga más likes y views por minuto que una parodia de Donald Trump interpretada por los chihuahuas de Paris Hilton no es nada extraño. La obsesión por el K-Pop en México, data desde hace más de una década y empezó con las telenovelas.
La semilla K-Poper se sembró gracias a un gobernador corrupto
Como no entendía nada llamé a Jorge Grajales, investigador de la cultura popular asiática y conductor de un programa en Circo Volador Radio de nombre Hacia Asia donde habla al respecto y además se dedica a la investigación sobre cine asiático. Jorge me contó todo. Y su historia empezó como empiezan todas las grandes historias en México: con las telenovelas.
Le pregunté a Jorge cómo diablos había llegado el pop coreano a México. Primero me dio la respuesta obvia: "El internet", me dijo. Pero después me habló de tratados diplomáticos entre gobernantes, productos de exportación y telenovelas. “El gobernador del Estado de México, Arturo Montiel viajó a Corea del Sur para estrechar lazos diplomáticos con el gobierno. Era la Copa Mundial de futbol en Corea del Sur/Japón 2002. Montiel estaba recién casado y se inventó un pretexto para irse de luna de miel. Para justificar su viaje, trajo series, películas y documentales coreanos que se programaron en el canal del Estado de México”, explicó.
Empezaron a transmitir este material, sobre todo las telenovelas coreanas en televisión abierta por el Canal Mexiquense, el canal 34.
“Eso sembró la semilla del K-Pop en nuestro país aunque no lo parezca”, me explica Jorge mientras yo imagino muchachitos asiáticos envueltos en suéteres color pastel. “Este fenómeno de exportación forma parte de un movimiento de cultura popular coreana conocido como Hallyu, un término despectivo que los chinos acuñaron para referirse a la ola coreana que más tarde los mismos coreanos asumieron y así se le conoce ahora al movimiento,” mencionó Jorge.
A mediados de la década de los 90 el gobierno coreano se dio cuenta de que la cultura popular podía dejarles dinero y servir como carta de presentación ante otros países para futuras relaciones diplomáticas. “Primero llevaron el Hallyu a toda la región panasiática y con el tiempo fueron conquistando el mercado en Latinoamérica, Europa y hasta en medio oriente, donde el K-Pop ha tenido mucha relevancia en los últimos años”, dijo.
La invasión de los idols surcoreanos
Hubo una primera oleada de K-Pop a mediados de los noventa que duró hasta el 2000. Con un refinamiento que solamente se había visto con el J-Pop, los idols surcoreanos conectaron de manera inmediata con la audiencia mexicana. “Los japoneses tienen una manera muy plástica de manufacturar boy bands perfeccionadas a niveles impresionantes. El J-Pop creó una industria llena de grupos de una manera impecable que luego fue perfeccionada por los coreanos”, dijo Jorge Grajales.
Con el K-Pop se hizo lo que los japoneses nunca pensaron: exportar. Para los japoneses, la cultura popular era de consumo interno, y los coreanos se dieron cuenta de que había mucho mundo que quería conocer su cultura popular.

¿Cómo se perfecciona la creación de una banda de pop? Corea del Sur es una fábrica de ídolos. Cheryl Santos, Deputy Editor de i-D, la plataforma de moda de VICE, lo puso en palabras para que los mortales pudiéramos entender en este artículo. Hay tres grandes compañías que se encargan de convertir a los adolescentes normales en estrellas exportables. YG Entertainment, JYP Entertainment y S.M. Entertainment son las principales y operan como agencias de talento, productoras y disqueras.
Estas compañías se dedican a reclutar jóvenes talentos a su estricto programa de entrenamiento que en promedio dura unos diez años antes de presentarlos como sus artistas, “ofreciendo alojamiento y mentoría a cambio de extensos contratos cuando estos sean famosos”, declara Santos. “S.M. Entertainment es por mucho la más exitosa de todas, reportando ganancias de $287 millones de dólares en 2015. El pago no equitativo, contratos de 13 años y extenuantes sesiones de trabajo han hecho que muchos de sus reclutas dejen la vida de estrellas, aún cuando ya han alcanzado la fama”, continúa.
“El K-Pop llegó a China, Vietnam, y todos los países del sureste asiático porque muchas de las canciones que empezaron a tener éxito salían en las telenovelas”, me cuenta Jorge. “Eran las canciones de entrada y salida de las teleseries, los temas principales, y empezaron a generar curiosidad porque era un producto fresco, novedoso en cuanto a estas narrativas melodramáticas por episodios”. Y eso resultó todavía mucho más novedoso fuera de Asia.
Para cuando el K-Pop llegó a México ya había toda una preparación de los coreanos para exportar su cultura popular. “México, siendo un país telenovelero casi por definición y que gusta del melodrama, está escrito dentro del ADN del mexicano, ver telenovelas realmente modernas en el siglo XXI con otro tipo de narrativas, que hablaban de otro tipo de mujeres, no de las que estereotipan los melodramas mexicanos, resultó muy impactante.” Tal y como sucede con los artistas mexicanos, que se abren paso en otros países a partir de que sus canciones protagonizan las telenovelas, empezó a pasar lo mismo con los coreanos aquí.
Al principio todo era muy enigmático. “No se sabía nada de ellos, y la gente empezó a buscar en internet. Las fans de las teleseries empezaron a hacer clubes de fans por ahí de 2003, y ya para 2005 habían comunidades de fans bastante solidas que habían conocido a ciertos cantantes gracias a las telenovelas. Ellas se comunicaron con los de los grupos y sus representantes por e-mail”, me dice Jorge con la paciencia de un viejo académico retirado. Y empezó a hablar sobre la Zona Rosa, donde estos primeros clubes de fans empezaron a reunirse.
El barrio coreano de la Ciudad de México
La Zona Rosa es el barrio gay de la Ciudad de México. Está justo del otro lado de la Avenida Reforma, a la altura del Ángel de la Independencia, que la separa de mi colonia. Digamos que es el barrio vecino. Además de ser la capital gay de la ciudad y tener la mayor concentración de sex shops por metro cuadrado en el país, esta pequeña región entre Reforma y Chapultepec se caracteriza por sus comercios coreanos.
Gracias a la política migratoria de Porfirio Díaz que favoreció la llegada de mano de obra asiática y europea a México en 1905, cerca de 1,000 hombres, mujeres y niños coreanos desembarcaron en el puerto de Salina Cruz, Oaxaca para ir a trabajar en los campos de henequén en Yucatán. Para 1989 casi 70 familias ya se habían establecido definitivamente en la Zona Rosa, cerca del Centro Histórico de la Ciudad de México, según un artículo sobre migración coreana de la Asociación Cultural para la Investigación Sobre Asia.
Las reuniones de los primeros K-Popers tenían lugar en restaurantes coreanos de la zona. “Así se fundó la primera generación de K-pop en México, con clubes de fans que iraban a esos cantantes que también eran actores de telenovelas. Todavía no había una fiebre alocada por las agrupaciones”, me dice Jorge. Los coreanos de la Zona Rosa siempre habían sido muy cerrados. Era muy inusual que los mexicanos fueran a comer a sus restaurantes. Muchos de sus menús eran solamente en coreano.
Pero a raíz de esta afición por la cultura popular coreana la situación ha cambiado y los mismos mexicoreanos se han abierto por la demanda que hay por parte de los jóvenes mexicanos. Aunque hay ciertos locales que se conservan exclusivos para los coreanos, se han abierto otros que son para ir a celebrar lo coreano. Estos espacios han sido configurados para los fans, lugares que están pensados para que las niñas vayan a ver videos de sus artistas favoritos y comer ramen.
Ese es el caso del minisúper coreano que está a dos cuadras de mi casa.
Lo mismo sucede con cientos de lugares que ahora están de moda no sólo para los K-Popers, sino para el público joven de la ciudad. Hace un par de años se popularizó el London Karaoke, un changarro en la calle de Londres en un segundo piso con cuartos privados y pantallas para que cada quien pueda aturdir muy a gusto a sus amigos con una versión borracha de ‘Doctor psiquiatra’ de Gloria Trevi. El negocio es atendido por una familia asiática que según yo no hablan más de dos palabras de español. En 2012, cuando el ‘Gangnam Style’ de Psy se convirtió en un virus pandémico, un joven coreano irrumpía en los cuartos de grupos grandes para interpretar la coreografía de esta parodia K-Popera.
El internet, las boy bands y los conciertos masivos de K-Pop
La segunda fase del K-Pop llegó con las boy bands. “Aquí intervinieron otros factores además de la compatibilidad orgánica que hay entre la sensibilidad coreana y la mexicana. Los coreanos entraron al juego de la globalización con un gran catalogo de productos culturales para vender. Las disqueras y productoras empezaron a subir los videos de los chicos a sus canales de Youtube”, continúa Jorge sin titubear.
La popularización de las nuevas plataformas hizo mucho más fácil la expansión del K-Pop en todo el mundo. Los clubes de fans tomaron más fuerza y la comunicación con las disqueras, productoras y televisoras se hizo todavía más natural. Las fans empezaron a pedir que trajeran artistas de K-Pop a México y que pasaran sus videos en la tele. “Eso provocó que la industria mexicana del entretenimiento también se interesara por ese nicho. TV Azteca empezó a pasar segmentos donde se hablaba de K-Pop”, explicó.

“La presentación de Super Junior en la Arena Ciudad de México, uno de los grupos realmente grandes en todo el mundo y dentro de la propia corea, oficializó la invasión del K-Pop en el país en 2013”, continuó Jorge. México se convirtió en un mercado potencial para que se presentaran este tipo de grupos, sobre todo las boy bands. Le pregunté a Jorge si había una relación directa entre la comunidad LGBTQ mexicana y el K-Pop, pues además de coincidir en el mismo barrio, también hay una preferencia mayoritaria por los grupos de chicos.
“Los asiáticos siempre han explotado lo que los japoneses llaman ‘Bishōnen’, concepto para jóvenes hermosos que siempre visten muy a la moda e imponen moda, peinados, tintes de cabello, etc”, me respondió. “Hay varias girl bands que son súper, súper famosas como Wonder Girls y 21, que no han llegado a México porque aparentemente el mercado de K-Pop es mayoritariamente femenino, y su ubicación en la ciudad es mera coincidencia”, continuó.

Las convenciones de cultura popular asiática que durante años estuvieron orientadas a lo japonés: el manga, el animé, el otaku, también han absorbido a la cultura coreana a través del K-Pop. Los lugares para K-Popers en la Zona Rosa se multiplicaron. Muchos locales ya son parte de los favoritos locales de la ciudad.
El barbecue coreano Na De Fo, el restaurante Goguinara, la tienda de maquillaje y rios TonyMoly México, Coffine Gurunaru, la panadería coreana Baking story que vende ositos de colores de pan al vapor, y su competencia O’mandu, o hasta Hair Charisma una estética coreana atendida por las famosas Ssoni y Jenny. “También hay una afición por las historietas surcoreanas, que a diferencia de la tradición del manga japonés que es muy popular y todavía se imprime en papel, los comics coreanos se hacen online y se leen en los teléfonos inteligentes, pues corea es uno de los líderes productores de estas tecnologías”, me dijo Jorge.
Cirugía plástica, clases de coreano y fashion shows
A pesar de todo el tiempo que dediqué en visitar lugares, comer ramen, pan al vapor y dulces coreanos, seguía completamente confundida, probablemente por el asombro. Tuve que pedir ayuda de los millennials más modernos que conozco. Le escribí a Carlos Solares por Facebook. Un guapo moreno en sus últimos veintes que escucha música del futuro. Cas me platicó que no sólo hay una afición por la música, sino que la obsesión por la cultura coreana se ha extendido a niveles mucho más amplios. “Estoy tomando clases de coreano”, me dijo. “Todas mis compañeritas son niñas de 16 años”. Cas se quiere ir a vivir a Corea, y cuando le pregunto por qué me responde con un: “Mira, esta es mi novia, Nada”, y me manda el siguiente video:
Cas me habló de BigBang, el mejor grupo para definir al K-Pop. Recientemente BigBang agotó los 30,000 lugares para su concierto en la Arena Ciudad de México en cuestión de horas. La promotora que se encargó de este y muchos otros shows de K-Pop en el país, Dilemma. Me habló de Jay Park, el Justin Bieber surcoreano que cada que se presenta en la televisión corana borran sus tatuajes con un blur. Me enseñó un video de Keith Ape, el A$ap Rocky de ojos rasgados que me voló la cabeza y ahora escucho uno de sus cuatro sencillos ‘IT G MA’ en todas sus versiones y en repeat.
Recientemente había visto un documental sobre las operaciones que las niñas surcoreanas se hacen en la cara para tener rasgos más occidentalizados. Y me enteré de que Corea del Sur es el país líder mundial en cirugía plástica y de la gente más joven. Llamé a Cheryl de i-D, para preguntarle qué relación hay entre el K-Pop y la moda. “La moda es parte esencial del K-Pop porque define el look de la banda. Si una banda es muy dance, muy rap, muy rave, se define aún más por lo que usan. Y parece que hay una competencia por traer el diseñador más nuevo, pero sin hacer alarde de ello”, me dice Cheryl desde New York Fashion Week. “Los idols mantienen una imagen de ‘niños buenos’, porque son muy religiosos, y vienen de una cultura muy conservadora, pero aun así usan lo más loco en cuanto a moda y siempre está muy bien estilizado”, me explicó.
Le pregunté si creía que los mexicanos y los coreanos tienen una sensibilidad parecida que los hace tan compatibles. “Hay mucha compatibilidad entre Corea del Sur y México porque también han pasado por pobreza e inestabilidad política, y hasta ahora es que se están desarrollando de manera acelerada”, contestó. Le pregunté por qué hay una obsesión tan profunda por los idols surcoreanos en nuestro país: “Los fans son tan inocentes como fieles en su obsesión, son dedicados, algo que se no comparte por decir, en Estados Unidos o Francia. Corea del Sur vive de esa dedicación y México es muy bueno adorando a sus ídolos”. Así de sencillo. Yo todavía no entiendo nada.