Una mamá que ama los Estados Unidos, pero vive orgullosa de sus raíces mexicanas
Helen fantaseaba con un viaje sencillo. Pensó que iba a ganar dinero fácil y a tener muchos objetos. Los coyotes la buscaron al llegar a Tijuana, y ella aceptó pagar 250 dólares para “dar el brinco” a EEUU, cuando el salario mínimo era 3.50 la hora.
La recomendación de su madre fue irse un poco desarreglada, con ropa ancha, que no dejara ver su cuerpo. El coyote la llevó con unas 15 personas al paso de Calexico. Los capturaron y tuvieron que intentar otro lugar para pasar, después de caminar muchas horas, en la oscuridad, hasta que llegaron a una garita donde los esperaba un camión que los llevó a Los Ángeles.
Se sentía sola, en un lugar muy diferente, donde todo se veía limpio. Unos parientes le dieron albergue y de inmediato la pusieron a trabajar en turnos diarios de más de ocho horas, que le pagaban por producto terminado, no por salario, para lograr 60 dólares semanales.
La señora de la casa le quitó su primer pago y la expulsó sin darle sus pocas pertenencias. Ya era de noche y no tenía ni siquiera dónde dormir. Encontró una iglesia, se puso a rezar y vio una estatua de San Martín de Porres que tenía un nicho con cortinas, donde logró pasar la noche.
Sin rumbo fijo y sin poder regresar a su trabajo, pasó una semana aprovechando el nicho en la iglesia, y alimentándose de papas fritas. Pero no se acercaba al cura por miedo de que la echaran de allí también.
Entró a un McDonald's y no le alcanzaba el dinero para comprar una hamburguesa, hasta que una mano amiga le pagó esa comida, le consiguió un cuarto rentado, le dio dinero y cambió el rumbo de su vida.
Escucha el conmovedor diálogo de Helen con su hija Donaji.