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Mexicanos en EEUU: de violadores, narcos y oportunistas a trabajadores luchones

De este lado de la frontera la percepción sobre los inmigrantes en general, y de los mexicanos en particular, cambia según la ocasión y las conveniencias. Podemos ser lo peor de lo peor: violadores, narcotraficantes, criminales y güevones (flojos) aprovechados del sistema pero a veces también somos un ejemplo a seguir.
Opinión
Laura vive en Nueva York. Se siente periodista entre los blogueros; bloguera entre los periodistas y no le gusta imaginarse a Hillary como su abuela ni a Trump como su 'tío Sam'.
2016-08-30T14:03:31-04:00
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Una bandera mexicana en Nueva York. Crédito: Getty Images

En esta época turbulenta en la que el racismo, el oportunismo político y la estupidez humana están a la orden del día, los inmigrantes en general — y los mexicanos en particular — nos hemos convertido en la ficha política por excelencia.

Y es que, según la ocasión, podemos ser lo peor de lo peor: violadores, narcotraficantes, criminales y güevones (flojos) aprovechados del sistema. Pero a veces también somos un ejemplo a seguir; el 'poster child' del famoso Sueño Americano: trabajadores incansables, luchones, salvadores de la economía, gente alegre y buena onda, pues, con un poder adquisitivo de miles de millones de dólares.

Y esto no podía hacerse más evidente que en la contienda presidencial actual, en la que un multimillonario blanco se enfrenta a una millonaria blanca en una carrera — con obstáculos y sin escrúpulos — por llegar a la Casa Blanca.

Hace apenas unos días, el mismo Donald Trump que en el verano de 2015 tachó a los mexicanos de violadores y narcotraficantes optó por bajar el tono a su retórica de odio llegando incluso a disculparse por las duras palabras que ha empleado para referirse “a ciertos grupos”.

“Tenemos algunas personas grandiosas en este país [...] no deberían estar aquí, pero siguen siendo grandiosas”, dijo Trump en entrevista con Fox News cuando se le preguntó sobre su plan inmigratorio y sobre lo que debería hacerse con los más de 11 millones de indocumentados.

El cambio de postura (o flip-flopping como le dicen acá, por aquello del chancleteo) de Trump fue objeto de mucho análisis, pero también de muchos memes, burlas y chacoteo en las redes sociales. Pero tampoco es el único. La misma Hillary Clinton, su ex amiga y ahora tan anti Trump, también tiene cola que le pisen.

Para muestra, esta entrevista de 2006 cuando la entonces senadora por Nueva York arremetió contra el gobierno mexicano por el flujo de migrantes indocumentados y habló de la urgencia de resguardar las fronteras de Estados Unidos, incluso mediante “una barrera física de ser necesario”. Sí, léase, pared, muro o como les guste... Gracias, YouTube, y qué mal por la Hillary que en su afán por ganarse el voto de los latinos nos prometió luego ser tan bondadosa como nuestra propia abuelita.


Lo más patético — y cómico a la vez — es que todo este flip-flopping y no saber qué hacer con los mexicanos no es terreno exclusivo de la política. Hace rato me dí cuenta de que también el sector privado nos quiere y nos odia a la vez: o dian agarrarnos hablando español en nuestro lugar de trabajo, pero les encanta que trabajemos más por menos, y si somos indocumentados, mejor, porque así no podemos exigir seguro médico, vacaciones y otras prestaciones.

Odian que les quitemos la chamba (supuestamente) a los estadounidenses, pero están felices de vendernos mil cosas, porque gastamos más en comida chatarra, refrescos, ropa de bebé, celulares y electrónicos que otras llamadas “minorías étnicas”. Detestan a nuestros “bebés ancla”, pero nos agradecen seguir poblando este país que de otra manera se llenaría rápidamente de viejos.

Según la ocasión, pues, los mexicanos a este lado de la frontera somos chambeadores, luchones, gandallas, aprovechados del sistema, consumidores modelo y guardianes de las buenas costumbres familiares; servimos a todos para todo según se ofrezca y disponga la empresa o el político en turno. Así que ya lo saben, paisanos mexicanos, la próxima vez que les pregunten “¿para qué son buenos?” ya saben qué responder:

Acá, en Los United, somos buenos para muchas cosas.

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