El precio de clonar una mascota

El duelo por la pérdida de una mascota es difícil para muchas personas, incluso insoportable, y por lo menos 600 han decidido recuperar a sus “mejores amigos” por medio de la clonación, aunque para lograrlo haya que ir hasta Seúl, la capital de Corea del Sur, y pagar miles de dólares.
Al entrar a la página de Sooam Biotech Research Foundation, el único centro de clonación de mascotas en el mundo, lo primero que aparece es la siguiente recomendación:
“Cuando tu perro muera no metas su cadáver al congelador. Pacientemente sigue los siguientes pasos:
– Envuelve su cuerpo en toallas húmedas.
– Guárdalo en el refrigerador (no congelador) para mantenerlo fresco.
Toma en cuenta que tienes 5 días aproximadamente para extraer con éxito células vivas”.
La magia del ADN
Conseguir una clonación exitosa es más fácil cuando se obtiene el ADN del perro en vida. En caso contrario, se deben sacar muestras durante los 5 días posteriores a su muerte -después será imposible-, y si se comente el error de congelarlo todas sus células vivas desaparecerán. El dueño debe ponerse en o con Sooam y pagar 1,200 dólares correspondientes al envío por correo de un kit para hacer una biopsia de tejido vivo del animal, que llegará junto con instrucciones para que su veterinario local pueda llevar a cabo el procedimiento. La información recabada es enviada de vuelta a Sooam, que tardará unas 4 semanas en determinar si todavía es posible hacer la clonación, asimismo el laboratorio ofrece la opción de guardar los tejidos en condiciones adecuadas a cambio de 100 dólares anuales, mientras se decida clonar una mascota.
El proceso completo cuesta 100,000 dólares, garantiza la copia genética del perro fallecido, lleva aproximadamente 6 meses y finalmente el dueño debe viajar a Seúl por sus propios medios a recoger a su “reencarnado” cachorro de mínimo dos meses de edad.
Hasta el momento se han clonado 600 perros de 20 razas distintas; según Sooam el 90 % de ellos son procedentes de Estados Unidos y el resto de Europa, Australia y Asia. El caso más mediático es el de Winnie, que en 2014 fue la primera perra inglesa clonada. Su dueña, Rebecca Smith, entró a un concurso organizado por Sooam en el que varias personas contendieron por lograr la clonación de su “mejor amigo” gratis en el reality show “The 60,000 Pound Puppy: Cloning Man’s Best Friend”.
Un científico con mala fama
Hwang Woo-Suk (63) es un científico coreano especialista en Veterinaria y -con mucha polémica- en células madre. En 2006 se descubrió que su estudio sobre clonación de embriones humanos publicado en Science, la revista de ciencia más importante del mundo, contenía datos falsos. Al inicio, su investigación fue acogida con emoción en su país y a nivel mundial, haciéndole ganar el mote de “Dr. Clon”, pues dicho avance tecnológico podría ayudar a curar enfermedades crónicas como el Parkinson o el Alzheimer, pero la farsa salió a flote después de varios meses de investigaciones policíacas, fue despedido de la Universidad Nacional de Seúl (SNU) y condenado a 18 meses de prisión suspensiva, es decir, nunca estuvo en la cárcel porque el gobierno surcoreano consideró su papel como investigador, pero su fama y prestigio se fueron por la borda.
Envuelto en el escándalo, Woo-Suk decidió dedicarse a la clonación animal. Su primer éxito fue la clonación de un Galgo Afgano llamado Snuppy en 2005. Un año después fundó en Seúl la Sooam Biotech Research Foundation donde él y su equipo están concentrados en regresar a la vida al extinto mamut lanudo, coyotes y otros mamíferos y, por supuesto, a perros de compañía, o como dice en su página oficial, se dedican a “sanar corazones rotos”.
Asociaciones en defensa de los animales como The Humane Society of the United States, está en contra de la clonación de perros, gatos u otras mascotas. Su argumento científico es que aún se desconocen sus consecuencias en mamíferos, podría haber muertes o enfermedades prematuras, y hacen referencia a los sentimientos, pues una copia del animal amado es sólo genética y no garantiza la misma personalidad –similar a lo que sucede con los gemelos–, por lo que el propietario podría sentirse decepcionado. Sin mencionar el dilema ético del enorme número de animales sin hogar o abandonados, y que una clonación exitosa requiere de dos perras más: una es la donadora de los óvulos, a los cuales se les extrae su información genética luego suplantada por la del animal clonado, y otra será la madre huésped y postiza durante los primeros meses de vida del cachorro. Varios científicos también se han manifestado en contra de las prácticas en Sooam y acusan a Woo-Suk de abusar de la ciencia y llevarla a un nivel frívolo.
Pese a la negativa de la clonación por satisfacer sentimientos personales, la ley en Estados Unidos permite hacerlo con fines médicos y la FDA (Food and Drug istration) la respalda en la industria alimenticia. En cambio, en Europa desde septiembre pasado está prohibido el consumo de cualquier alimento procedente de un clon, aunque sea un producto de importación.
Clones abrazables
Para aquellos que aman a sus compañeros animales y no alcanzan a pagar una cifra estratosférica o están en desacuerdo con la clonación, existe otra opción más ortodoxa en Cuddle Clones. Su propietaria, Jennifer Graham, decidió hacer un clon de peluche de su adorado Rufus, un gran danés, algunos años después de que éste murió. Los precios varían desde los 179 dólares hasta los 249 dólares, dependiendo de si es perro, gato, conejo, hurón o cualquier otro animal de compañía que se desee inmortalizar. Sólo se requiere enviar a la compañía, fundada en Louisiana en 2009, fotografías de la mascota, definir ciertas características especiales del animal y esperar un mes para recibir su réplica. La muerte de un animal querido es irreparable; quizá Cuddle Clones es la opción menos polémica y más viable para muchos que por lo menos quieren tener un recuerdo físico de quien fue su mejor amigo o amiga.
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