Juan Gabriel el cantante que les enseñó a los latinos a vestir con brillo

Hay artistas para los que la voz no es suficiente herramienta para darle un remezón al mundo, hay artistas que cantan, que gritan no solo con la garganta sino con el cuerpo.
Así era Juan Gabriel, quien falleció este domingo en Los Ángeles por un infarto. El dramatismo de sus canciones, el amor nunca conseguido o mal pagado de sus baladas, las despedidas desgarradas a ritmo de guitarrón llegaban al mundo no solo de la mano de su voz dulce, sino que nacían vestidas de gala, elegantes y siempre extravagante.
Es como si el 'Divo de Juárez' hubiera querido hacer de sus vestidos una manera de disfrutar con los ojos, ese otro revolcón de sentidos que traían sus cantares.
En el inicio de su carrera, Juan Gabriel se mantuvo ajeno a los desmanes estilísticos de los '70, y solía presentarse en los escenarios de los programas de música televisados bien vestido de traje y corbata.
Delgado, con el saco bien abotonado y prefiriendo los tonos tierra, era imposible sospechar que el tímido jovencito se convertiría, en unos años, en ícono del glamour para América Latina casi como lo sería David Bowie para Reino Unido o Prince para Estados Unidos.
Claro, fueron los años '80 los que le dieron el permiso de comprometerse con el melodrama de sus canciones, y los colores desteñidos de sus primeros trajes los cambió por unos blancos, vibrantes, dorados, unos pesados y caros, rellenos de grandes hombreras que lo hacían parecer más grande sobre el escenario.
Así, Juan Gabriel le fue enseñando a Latinoamérica que sus canciones por ser populares no tenían por qué sacrificar el glamour, que al contrario había algo maravilloso, distinguido y casi ritual en cantar con el corazón en la mano y alzar una copa de tequila o de aguardiente a la vez. Juan Gabriel le enseñó a los latinos a vestir con brillo.
Así cada década con la que Juan Gabriel se fue consolidando sobre el escenario, fue una dignificación de las cosas del pueblo, que él siempre hacía parecer más grandiosas, más brillantes, más espectaculares.
Los chalecos llenos de pedrería, los trajes de charro transformados por su ingenio con nuevos colores y las tendencias de cada década llevadas a la versión que más se le acomodaba a su cuerpo, lo hicieron no solo único, sino que lo convirtieron en la promesa de un verdadero show man al que la gente no solo quería oír sino que quería ver.
Fue como Celia Cruz con la disonancia de los colores, como Elvis Presley con el amor por las capas y a los trajes blancos, como Prince con su devoción por los cuellos victorianos y ese estilo casi femenino de la aristocracia de otra década y fue un revolucionario que nunca sintió que su cuerpo real le impidiera usar algo ajustado o muy atrevido.
En su entrada a los 2000, Juan Gabriel consiguió un modisto de cabecera, Alex Peimbert, el hombre que durante más de 13 años le creó sus trajes para cada gira y con quien mantendría una estrecha relación creativa.
Fue él el responsable de esos trajes de tafetanes brillantes, de sus camisas rosadas, de los sacos de encaje emparentados con unos chalecos rosados. Era tal el trabajo y la dedicación que Juan Gabriel le otorgaba a su vestir que muchos de sus vestidos llegaban a costar 5,000 dólares.
El glamour no lo abandonó nunca. Aunque los años pasaran, el autor de clásicos como 'Hasta que te conocí' siempre siguió comprometido con serse fiel y quizás con redimir en la exuberancia de su vestir la pobreza y dureza de su infancia. Juan Gabriel, así como Chanel, salió de las márgenes del mundo para decirle que había otra manera de vestirse, una que sonaba a balada.
Juan Gabriel, el cantante que nunca renunció al glamur
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