Después de Orlando... ¿qué hacer con el ‘¡Ehhhh, PUTO!’ en la cancha?

Mañana juega México contra Chile y, como ya es costumbre, los hinchas mexicanos estaremos preparados para el partido como Dios manda. ¿Jersey verde de la selección? Check. ¿Sombrerazo, tattoo temporal y bandera gigante? Check.¿Happy hour con los cuates en el bar de moda? Check.
Hasta aquí todo bien, pero en esta ocasión – a solo días de la masacre de Orlando – hay una piedra en el zapato de muchos que si bien durante años no nos hizo mella, ahora nos empieza a incomodar. ¿Qué hacer con el cántico colectivo de “¡Eeehhhh puto!” que se ha vuelto casi tan popular como la ola, la bandera tricolor y el Viva-México-Cabrones?
El famoso grito de la hinchada mexicana que desde hace años se usa para intimidar al portero rival, sonó particularmente desacertado el pasado lunes, durante el partido México-Venezuela de la Copa América. Como escribió Luis Miguel Echegaray en el diario británico The Guardian: “El efecto fue todavía más discorde, porque ocurrió después de que se guardara un minuto de silencio por las víctimas de la tragedia de Orlando”, una matanza colectiva en un bar gay, donde perdieron la vida 49 inocentes, muchos de ellos hispanos.
En lo personal, confieso tener una relación complicada con la palabra “PUTO”. Y es que desde que tengo uso de razón, los mexicanos la hemos usado -- casi siempre -- como un insulto general, fuerte, sí, pero que no asociamos necesariamente con la sexualidad de una persona. (¡Qué puto frío! ¡Puto avión, se movió durísimo! ¡Estos putos zapatos me aprietan!) etc., etc. etc.
Pero seamos honestos: en el contexto del fútbol, el “puto” sí que se usa como un insulto homofóbico; es un coro colectivo que busca mofarse de o debilitar al portero rival, gritándole un “puuuuuto” concertado, fuerte, (con huevos, pues) que equivale a llamarlo “débil”, “maricón”, “mariquita”, “niña”, “homosexual”. No importa por dónde lo mires: si bien es cierto que puto significa muchas cosas, en la cancha se reduce a una sola cosa: el ser puto (homosexual) es algo “malo”, pues se usa para implicar que el portero es un cobarde. No le gritamos “heterosexual” a quien queremos debilitar, ni le gritamos “puto” a nuestro propio portero. No importa cuántas vueltas le demos al tema.
Si bien Orlando desató otra vez el debate por el grito de la hinchada, éste no es nuevo. Antes de Orlando, a tiempo para la Copa América, volvió a promoverse Ya párale, una campaña apoyada por varios medios (incluyendo Univsión) y la propia Selección Nacional pidiendo a los aficionados “no caer en conductas discriminatorias y antideportivas”.
Incluso la propia FIFA (que tiene su propia cola que le pisen) ha impuesto sanciones económicas a la Federación Mexicana de Fútbol y ha ido tan lejos como para sugerir la prohibición de partidos donde se presenten incidentes “discriminatorios” (gritar “puto”, pues).
Por supuesto que los fanáticos le han respondido a la FIFA con una oleada de tuits que básicamente equivalen a un “PUTO” concertado: FIFA, no seas hipócrita.
¿Grito homofóbico o pasión futbolera?
La controversia me fascina e intriga al mismo tiempo. Después de 15 años de vivir en EE.UU. sigo sin entender bien el concepto de lo Politically Correct; es decir, lo entiendo, pero no puedo suscribirme a él. Y eso, creo, ha nublado mi percepción sobre esas cosas que “están bien allá y no-tan-bien-acá” y viceversa.
“No sé qué pensar [sobre el ‘Ehhh puto’]”, le dije a un amigo mexicano cuando empecé a pensar en esta columna. “Creo que no es lo mismo gritar PUTO en la cancha y luego ir por la vida sin hacerle daño a nadie, que comprar un rifle semi-automático y salir a matar a 50 personas… sin decir una sola palabra ‘ofensiva’ a las víctimas de la masacre o a sus familias”.
Mi amigo se encogió de hombros y me pidió no hacerme tantos rollos en la cabeza. “Acuérdate que en México estamos acostumbrados a decir palabras fuertes o insensatas, pero sin afán de ofender”, me dijo. “Es en otros países donde las pueden encontrar horriblemente ofensivas”. Pensé de inmediato en aquello tan mexicano del indito, el negrito, el chinito... puto).
Busqué también la opinión de los más jóvenes; quienes a mi parecer, no han sido “contaminados” por el Politically Correct: mi sobrina – una joven brillante, trilingüe y muy bien educada – fue al grano: “Tampoco me gustan los hooligans y ahí andan... Y ellos, según yo, promueven más violencia”, me dijo. Además, agregó sin muchos rollos: “Tengo un montón de amigos gays y entre ellos se dicen puto”.
Una vez más: ¿Para qué tanto rollo?
Así justo pensaba yo, pero ahora no estoy tan segura.
Entiendo; es probable que los hinchas que gritan PUTO desde las gradas del estadio no lo hagan con afán de incitar a la violencia o promover la homofobia, pero también es probable que el no hacerlo podría generar grandes cambios a la larga.
Como dijo mi amigo Enzo, parafraseando al presidente Obama: La historia es como un trasatlántico; que si cambias el rumbo 1 grado ahora, en 100 años estará en un lugar muy diferente.
“¿Por qué no probamos hacer este pequeño cambio de rumbo [dejar de gritar puto] a ver si en la próxima generación hay un poquito menos de homofobia? [...] Al final de cuentas, creo que todos estamos de acuerdo en que la escasez de homofobia no es un problema”.
Por supuesto que Enzo tiene razón. Entonces, por qué seguir dándole vueltas a la misma pregunta: ¿Qué hacemos con el Ehhhh Puto!?
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.
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