El vestido de Meghan Markle: el gran secreto ha sido revelado
"Te espero en el altar. Soy la que va vestida de blanco", reza una frase popular. Y si solo a una mujer se le permite ese color en el día de su matrimonio, por algo será (a pesar de que Kate usó un tono pálido).
El vestido de la novia era, sin duda, uno de los principales atractivos en el evento. En el caso de las bodas reales, además, el secreto mejor guardado.
Y es que, más allá de la expectativa popular o la atención mediática, ser el diseñador elegido para crear tan importante prenda, tiene un significado en cuestión de marca, resultados económicos y peso cultural.
En estos casos, ninguna elección es menor.
Y para esta esperadísima boda, Meghan nos sorprendió.
Llegó a la iglesia de San Jorge con un sencillo vestido de novia de la diseñadora británica Clare Waigh Keller de la casa Givenchy con cuello barco, manga ajustada 3/4, con cuerpo ajustado de triple organza de seda y poco volúmen en la falda, una cauda corta.
Para rematar, llevaba un larguísimo velo de tul de seda de 5 metros bordado en la orilla. Cada una de las flores bordadas representa uno de los 53 países de la Commonwealth. Y otras dos, favoritas de la novia: Wintersweet y California Poppy.
Para sujertar el velo, usó la tiara de diamantes y filigrana de la reina María de 1932 con una pieza central de 1893, prestada por la reina Isabel.
Los aretes y el brazalete eran de Cartier.
Los zapatos también eran de un diseño de la marca sa con punta en seda duquesa satinada.
El pelo y maquillaje de la novia eran, tal y como se esperaba, simples. Para eso, utilizó a Serge Normant, un viejo amigo de la novia y al maquillista Daniel Martin.
El ramo de la novia estaba conformado con flores recogidas por el novio ayer en el palacio de Kensington.
La gran sorpresa: no usó a los diseñadores Ralph & Russo, quienes fueron los más sonados en los últimos meses desde que usó un vestido de ellos para sus fotos de compromiso.
Su estilo
Aunque su elección era de esperarse, luego de que en 2016 hablara largo y tendido para la revista Glamour sobre sus preferencias en vestidos de novia (cuando escogió el de su personaje en la serie Suits), la opinión pública esperaba un poco más.
En ese entonces aseguró que su estilo personal (independientemente del evento) era sencillo.
“Clásico y simple es el nombre del juego, tal vez con un toque moderno. Personalmente prefiero los vestidos de novia caprichosos o sutilmente románticos”, dijo.
Sus diseñadores favoritos: Delphine Manivet, Christos Costarellos, Elie Saab y J. Mendel.
Ninguno de ellos resultó ser el elegido para el gran día.
Como tampoco lo fue Narciso Rodríguez, el diseñador elegido por Carolyn Bessette en su boda con John F. Kennedy Jr. en 1996 para su icónico vestido de seda color perla cortado en diagonal.
Meghan llamó su “everything goals” (su objetivo a seguir) a aquel slipdress que encerraba toda la simplicidad y elegancia del minimalismo noventero y desafiaba los convencionalismos en un estilo que pocas (o ninguna) han sabido imitar.
Y evidentemente, tampoco tuvo nada que ver con aquel primer vestido de novia -de diseñador desconcido- usado por Markle para su matrimonio con el productor Trevor Engelson en una playa de Jamaica en 2011.
Las imágenes de una chica de pelo suelto y fuertemente bronceada con un simple vestido blanco largo, de escote recto con un detalle drapeado al centro y ajustado en la cintura con una cinto de pedrería estarán quedando (gracias a este nuevo impacto) felizmente en el olvido.
Las críticas
Que si demasiado simple, poco ostentoso, desilusionante. Todo lo que leamos a partir de ahora era de esperarse. Ya lo había dicho Sarah Burton de Alexander McQueen sobre las dificultades de crear este vestido, al referirse al de Kate Middleton en 2011.
“Tiene que ser un vestido con importancia histórica y con la presencia necesaria para lucirlo en la Abadía de Westminster y aún así, debe ser modesto”.
En este caso, cambió la capilla (San Jorge), el rango del novio (sexto en la línea de sucesión), pero no la atención mediática.
De Meghan se esperaba que fuera lo mismo femenina, que tradicional. Ni cursi ni demasiado arriesgado. Y sin duda, una declaración de estilo.
El veredicto: no lo consiguió.
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