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La otra cara de Lady Diana: lo que seguramente nunca has leído sobre la 'princesa del pueblo'

Una de las biografías más analíticas sobre Diana Spencer se aventuró a describir el estado mental de la llamada 'princesa del pueblo' para concluir que detrás de su dulce sonrisa había una persona enferma.
8 Jun 2018 – 06:03 PM EDT
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La imagen que el público tiene de Diana, princesa de Gales, casi siempre está relacionada con su personalidad dulce y sus actividades humanitarias, así como con sus desdichas matrimoniales, sus tórridos romances y su trágico final, pero muchos aspectos de su vida continúan siendo un enigma más de dos décadas después de su muerte. Hubo una célebre biógrafa, que ha tenido a la familia real británica y ha escrito también sobre el príncipe Carlos y la reina Isabel II (de hecho ha servido de consultora para la película 'The Queen' y la serie de Netflix 'The Crown'), que se atrevió a buscar una explicación médica a los problemas de Diana. Su trabajo quedó recogido en el libro 'Diana: In Search of Herself' (1999).

La autora, Sally Bedell Smith, se codeó durante tiempo con la monarquía inglesa y ese privilegiado le permitió convertirse en una experta sobre los Windsor.

En su obra presentó a Lady Diana como una mujer con un trastorno límite de la personalidad o borderline. Su análisis, no obstante, quedará sin poder confirmarse oficialmente.

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Las muchas caras de Diana


Según se desprende de las biografías de Diana, sus primeros siete años de vida fueron idílicos en Althorp House, la casa familiar. Pero en 1968, después de una infidelidad por parte de su madre, sus padres se separaron y Diana junto con su hermano menor, se fue a vivir en un apartamento en el distrito londinense de Knightsbridge con su madre, donde la niña asistió a una escuela regular y llevaba una vida común y corriente. Es en este momento que Beddell Smith fija el punto de inflexión en la personalidad de la princesa. Habría dos Dianas, la niña buena, y Diana, la criatura estremecida por el trauma del divorcio y consumida por inseguridades.

Según relata Andrew Morton, su biógrafo oficial, el trauma más grande en la infancia de Diana sobrevino cuando en la navidad de ese año, su padre les negó su regreso a Londres con su madre. Lady Spencer fue demandada por la custodia de sus hijos y un testimonio de su madre durante el juicio contribuyó a la decisión del tribunal para otorgar la custodia de Diana y su hermano a su padre. Esto derivó en que Diana no viera con regularidad a su madre que dividía su tiempo entre Escocia y Australia.

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Los cinco gestos de dolor de Lady Diana


Su padre la inscribió en la escuela Silfield Kings, en Norfolk. Una de sus compañeras fue la célebre actriz Tilda Swinton, hija de una de las familias más ricas de Escocia, quien fuera su amiga en los años escolares y la describió en una ocasión, en una conversación con este autor, como una niña tremendamente dulce y a la vez desdichada.

Beddell-Smith señala que este periodo estuvo marcado por largos episodios de depresión y retraímiento, aunque al entrar en la adolescencia se dio un cambio en su manera de ser: "[Diana] se convirtió en una estudiante que iba de mediocre a mala, su promedio escolar tuvo un declive y empezó a demostrar algunos signos de rebeldía, especialmente en la creciente tirantez en sus relaciones con su madrastra, Raine, y con su padre".

El segundo matrimonio del conde Spencer, en 1976, cuando Diana tenía 15 años fue el segundo punto de inflexión que señalan Morton y Beddell-Smith. Diana se mostraba intensamente celosa de la nueva esposa de su padre y no tenía ningún interés en ocultarlo, lo que la llevó a cambiar su relación con él. En la versión definitiva de 'Diana: Her Own Story', Morton indica que a Diana le resultaba imposible de tolerar la presencia de Raine en Althorp House. Después de una serie de escenas desagradables durante sus visitas en fin de semana, Diana salió de la escuela en 1977 y se mudó a Londres.

¿Borderline?


Es aquí, donde, Beddell-Smith señala que Diana comenzó a manifestar síntomas que los expertos consultados por ella identificaron como trastorno límite de la personalidad (borderline), que se caracteriza por afectar la forma en la que los enfermos manejan el resentimiento hacia eventos difíciles que le han tocado vivir (como abandono, abuso, divorcio de padres...). Esta imposibilidad da lugar a una inestabilidad significativa en las relaciones interpersonales.

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La autora presenta esta teoría como una explicación a las alteraciones de humor en las que se debatía la joven, ya incluso antes de ser princesa. Estas se fueron manifestando con más fecuencia conforme fue alcanzando la edad adulta y se dio su compromiso matrimonial con Carlos en cuya confección tuvieron una participación activa el duque de Edimburgo, su abuela Lady Fermoy y la reina madre, quienes la presentaron al príncipe de Gales como una candidata idónea.

Sin embargo, ya desde antes de casarse, había detonantes para las futuras crisis, como su bulimia: Diana relató a Andrew Morton, que Carlos tuvo un rol central en el comienzo del trastorno alimenticio que padeció durante años. "Comenzó una semana antes del compromiso, en febrero de 1981. Mi marido puso una mano en mi cintura y dijo: 'Estás un poco gordita por aquí ¿no?'. Eso disparó algo en mí. La primera vez que me provoqué vómito, estaba emocionada porque pensaba que era un modo de aliviar la tensión".

En privado, señala Beddell-Smith, Diana dejaba aflorar lo que el protocolo le obligaba a guardar: sus arrebatos de celos, los incontrolables ataques de llanto, la bulimia, su inseguridad afectiva, su constante necesidad de llamar la atención y los rastros traumáticos generados por la bochornosa pelea por su custodia son abordados con lujo de detalles por la autora a lo largo de la obra, con el objetivo de demostrar que Diana no era una mujer volátil, como se le mostraba en la prensa, sino una persona alterada cuya vida hubiera podido mejorar de haber recibido la atención médica necesaria.

Princesa desesperada


Para respaldar esta versión, que Morton señaló como algo que era plausible en el documental 'The Story of Diana', la autora trae a colación lo que quienes colaboraron o vivieron con ellos llamaban 'Bad Diana', no sin un dejo de ironía: alusiones a un comportamiento impulsivo y casi infantil, en los momentos tensos de su matrimonio. Cuando tenía estos episodios de ira, desaparecía la Diana que el mundo tiene presente.

La obra presenta a una Lady Di inmadura, volátil y manipuladora que no era víctima de Carlos, sino que explotaba su posición como una mujer 'humillada' para tener grescas verbales. En diversas ocasiones, estando aún casados, cuando el príncipe de Gales y ella coincidían en la misma habitación de su apartamento en Kensington Palace, los gritos y reproches eran continuos a pesar de que sus hijos se encontraban presentes. Cuando Carlos daba por concluida la discusión, se marchaba. Diana se consolaba en sus hijos que entonces contaban con 9 y 11 años.

No obstante, también es un hecho documentado, que buscó ser una buena madre para sus hijos: les inculcó valores y realizó actividades con ellos que nunca se habían dado abiertamente dentro de la monarquía, ya que su deseo era que tuvieran una infancia normal pese a su estatus social. De este modo llevó a sus hijos a restaurantes de comida rápida o a parques temáticos, realizaron visitas a centros de enfermos de sida y albergues de necesitados para que vieran de primera mano la situación de los más desfavorecidos.

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Otro detalle que presenta la autora es que no es estrictamente cierto que la corona fraguara un plan para intentar desacreditarla: "Después del divorcio en 1996, Carlos intentó por todos los medios que la imagen de su exmujer no se viera corrompida por los continuos escándalos que protagonizaba ya que ante todo ella era la madre de sus hijos, y uno de ellos heredaría la corona".

Según la autora a la casa real le resultaba dificil lidiar con la conducta "errática" de Diana con los medios de comunicación. Mientras un día amanecía hecha un mar de lágrimas y deseaba a toda costa que los paparazzi la dejaran en paz, otros se levantaba con deseos de dar declaraciones y se dejaba fotografiar sin poner resistencia, algo que resultaba "desconcertante para Carlos" y su personal de comunicación; que pese a la separación y el divorcio, "monitoreaba la figura de la princesa en los medios".

Beddell-Smith también presenta una de las anécdotas que refleja el complejo carácter de Diana y cómo ocasionalmente utilizaba a sus hijos como peones en su guerra por afectar la imagen de su marido, movida por el rencor hacia su relación adúltera con Camilla Parker-Bowles. En 1991 organizó una fiesta para William y Harry en la estación austriaca de Lech. Ese día, ella fue alertada por los secretarios de que coincidía con la fecha en la que el príncipe Carlos había quedado con unos amigos para cazar. Diana, mediante la ayuda de su secretario personal, avisó a la prensa amarilla de que el príncipe de Gales prefería salir con sus amigos antes que pasar tiempo con sus hijos.

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A pesar de intentar ayudarla, Diana seguía convencida de que la familia real estaba intentando hundirla por ese motivo, solía amenazar a los secretarios del príncipe de Gales con llamadas a medianoche, de acuerdo con el libro. Incluso Camilla llegó a recibir llamadas donde supuestamente la amenazaba de muerte, después de que la separación fuera oficial: “He enviado a alguien para matarte. Está fuera en el jardín. Mira por la ventana. ¿Puedes verlos?”.

Pasiones encendidas


Aún estando casada con Carlos, y muy consciente de que él había reanudado su relación con Camilla, Diana vivió varias relaciones amorosas, como reporta el Daily Mail. La primera de ellas fue con su guardaespaldas Barry Manakee, quien falleció en 1985 en un accidente de tránsito. La princesa llegó a sospechar de que la muerte de su amante había sido un asesinato y así se lo confesó a su entrenador personal Peter Settelen, quien contaría estas confidencias a la prensa inglesa.

"Cuando tenía 24 años me enamoré profundamente de un hombre. Todo salió a la luz, lo despidieron y luego lo mataron. Fue el golpe más fuerte que recibí en mi vida", aseguró.

La más sonada y duradera fue con James Hewitt, un oficial de la Armada Británica que tuvo como instructor de equitación, y con quien tuvo una larga relación que él mismo se ha dedicado a detallar de diversas maneras.

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Otros hombres con los que se relacionó fueron James Gilby, que la llamaba ' Squidgy' y cuyas conversaciones telefónicas causaron sensacIón al ser publicadas por la prensa. También mantuvo una relación con Oliver Hoare, un comerciante amigo del príncipe Carlos que estaba casado y no estaba dispuesto a dejar a su esposa y Diana entró en estado de cólera. Muchas noches llamaba a casa de su amante y amenazaba a su mujer hasta que ésta tomó medidas legales. Después de Hoare, Diana empezó a salir con el jugador de rugby Will Carling, pero fue una relación fallida desde el principio .

Expuesta


En 1995, Diana ofreció una entrevista al programa 'Panorama' de la BBC, una de las entrevistas más famosas y polémicas y la más memorable según el pueblo británico. En aquel entonces, Diana rompió su silencio, confesó públicamente haber sufrido bulimia, habló de las lesiones que se había hecho, del acoso diario de fotógrafos y periodistas, del sufrimiento y de la falta de apoyo por parte de la familia real, así como de las infidelidades y el hecho de que en durante todo su matrimonio había estado involucrada una tercera persona (en clara referencia a Camilla Parker).

Beddell-Smith relata en su libro que este fue quizá el punto máximo del trastorno límite de la personalidad de Diana en público. Su intención claramente era afectar la imagen de Carlos, ya de por sí muy golpeada por el famoso 'Camillagate' y su triunfo mediático fue causa de una alegría cruel, según le relató a la autora el exguardaespaldas Ken Wharfe, que estuvo con la princesa en esos años críticos.

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Exclusiva: Entrevista al mayordomo de Lady Di a 20 años de su muerte (COMPLETA)


La muerte de Diana en 1997 la convirtió en una figura mártir de la cultura popular, pero al irse revelando las capas de su naturaleza humana al paso del tiempo, se deja ver más como un ser humano más complejo de lo imaginado. Sally Beddell-Smith la describe al cierre de su libro como una mujer enferma.


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