
Cuando el futuro pasa por quedarse 5w2pi
El huracán María dejó una senda de destrucción y muerte en Puerto Rico (al menos 64 muertos, según las cifras oficiales y hasta más de mil, según investigaciones independientes). También abrió un nuevo éxodo a Estados Unidos. Con el pasaporte estadounidense en la mano, decenas de miles de puertorriqueños llegaron a los aeropuertos y puertos de la isla para abandonarla con la incertidumbre de cuánto tiempo estarían fuera. ¿Temporal o definitivo? Solo el tiempo dirá. Pero muchos de los que se quedan lo hacen con ganas de levantar el país. Estas son sus historias. 4n542x
Hay un hombre en Puerto Rico para el que el huracán María fue una bendición. Es consciente de que su declaración puede sonar incendiaria, pero a sus 70 años y, con más de cuatro décadas de lucha ambientalista a sus espaldas, el ingeniero civil Alexis Massol cree que María va a convencer a los puertorriqueños de que tienen que olvidarse del petróleo, el gas y el carbón para pasar a iluminarse con una energía más barata, ecológica y que está al de todos en Puerto Rico: el sol.
“No se lo digas a nadie, pero yo estoy feliz con María porque María le está enseñando a este país y a estos gobiernos que esto no puede seguir así”, confiesa este hombre de pelo blanco y sonrisa perenne que en 2002 se hizo con un Premio Goldman, el equivalente al Nobel de Medio Ambiente. “Aquí, en Puerto Rico, vamos a hablar de antes de María y después de María”.
Video 1u95h
El plan de un ‘premio Nobel de medio ambiente’ para iluminar Puerto Rico con sol 2q2s47
Entre otras cosas, en Puerto Rico la temporada de huracanes desmanteló las fallas de un sistema eléctrico caro (en la isla se paga más por la luz que en cualquier estado del Estados Unidos continental) y que arrastraba una fuerte falta de manutención, en parte por la enorme deuda de la isla. El 6 de septiembre, tras el paso de Irma a unas 30 millas del norte Puerto Rico, más de un millón de personas amanecieron sin luz.
Dos semanas después, el 20 de septiembre, María arrasó Puerto Rico y destruyó completamente su sistema eléctrico. Hubo quien disfrutó de un día o dos de electricidad entre ambos huracanes y hay también quien lleva en la penumbra desde entonces.
Pero a Massol nunca se le fue la luz gracias a un sistema de energía solar con el que ilumina desde hace años la sede de su proyecto de gestión comunitaria, Casa Pueblo, en Adjuntas, un municipio en la zona montañosa del centro de la isla. Y ahora quiere compartir su secreto de resiliencia con el resto del país.
Durante el paso de María, el fundador de Casa Pueblo estuvo transmitiendo en vivo desde su radio comunitaria para informar a la población y después para coordinar las tareas de limpieza y ayuda a los afectados. “La gente nos iba informando de lo que estaba pasando y se iban moviendo de un lado a otro con machetes y motosierras”, explica. “La radio sirvió para activar a la comunidad porque el gobierno se quedó paralizado”.
Tras el paso de la tormenta, los vecinos comenzaron a ir a su organización para recargar sus celulares o someterse a tratamientos médicos para los que necesitaban electricidad, e incluso un barbero empezó a operar en sus instalaciones. Ahí surgió la idea de iluminar ese municipio de más de 18,000 habitantes con energía solar, una tarea para la que los puertorriqueños en el exterior están teniendo un papel fundamental.
Casa Pueblo hizo un llamado a la diáspora. Pidió que, quien quisiera ayudar a Puerto Rico, lo hiciera enviando luminarias solares, unas bombillas que cuestan unos diez dólares, se recargan con un pequeño solar adosado y ofrecen hasta ocho horas de luz.
En medio de la enorme ola de solidaridad desatada entre los boricuas en el extranjero, éstos respondieron y, hasta mediados de diciembre, cerca de 9,000 vecinos de Adjuntas han recibido bombillas solares. El gobierno aún no ha restablecido el sistema eléctrico en ese municipio a mediados de diciembre y Casa Pueblo pretende aprovechar la oportunidad para educar a los ciudadanos de las bondades de la energía solar y presentarlo como una solución para la isla.
“Es una alternativa que estamos buscando para el futuro de este país”, explica Massol. Mientras, como si fuera un producto de contrabando, una trabajadora del centro le entrega una de las bombillas a escondidas. “Es que es la última que quedaba”, justifica la mujer.
El presidente de Casa Pueblo la desenvuelve con cuidado: “Esto es una chulería. Yo me lo gozo tó”, dice antes de mostrarla. “Es revolucionaria porque es tan simple que es educativa y la gente puede interpretar lo que es la energía solar. La gente ha ido apreciando y está diciendo: ‘Queremos este sistema fotovoltaico’”, afirma.
La bombilla no tarda en encontrar dueño. A los pocos minutos llega un hombre que dice venir de Culebra, una isla municipio a más de 90 millas de Adjuntas a la que se llega tras más de una hora y media en barco y dos horas y media de auto. El hombre explica que vio al hijo de Alexis Massol hablando del proyecto en televisión y decidió ir a buscar una.
La misión de Casa Pueblo es una cuestión familiar: si el padre se encarga de gestionar la repartición de las bombillas en Adjuntas y hacer el trabajo en la comunidad, el hijo, el profesor universitario Arturo Massol-Deyá, que también es miembro de la junta directiva de la organización, moviliza la red de os que tiene en el exterior, se asegura que los envíos llegan a Puerto Rico y difunde el proyecto en los medios.
Y mientras técnicos de electricidad enviados desde EEUU continúan arreglando el sistema de líneas eléctricas de Puerto Rico a través de controvertidos contratos millonarios, ellos han propuesto, a través de una campaña denominada 50conSOL, que el 50% de la isla de el salto al sistema solar, un modelo que consideran generaría ahorros y más empleos para la gente de la isla.
Se trata de tomar María como punto de partida para dejar atrás un "sistema de producción de energía obsoleto", explica Massol-Dejá en el aeropuerto de Isla Grande en San Juan, donde espera la llegada de un envío de bombillas en un vuelo de ayuda humanitaria procedente de Houston (Texas).
Los Massol basan su propuesta para hacer la transición hacia la energía solar en un estudio de la Universidad de Puerto Rico que concluyó que la isla podría autoabastecerse con energía del sol si entre el 60% y el 65% de los tejados de Puerto Rico tuvieran es solares.
Uno de los autores de ese informe, el profesor Efraín O'Neill-Carrillo, no duda que Puerto Rico tiene sol de sobra para cumplir con ese reto. Y cree que, con la infraestructura eléctrica que María dejó por los suelos, este es el momento para iniciar una “revolución energética”.
Según un reporte de la istración de Información sobre Energía (EIA), hasta junio de este año, sólo cerca de un 2.4% de la electricidad generada por la autoridad de energía eléctrica de la isla provenía de fuentes renovables, principalmente de la eólica y solar.
Casa Pueblo no es la única que se ha propuesto la labor de iluminar la isla con sol. Después del huracán, surgieron voces que proponían dar un salto para ofrecer una opción más sostenible a largo plazo. El caso más sonado fue el del fundador de Tesla, Elon Musk, que le ofreció al gobierno de Puerto Rico ayudar a redefinir su panorama energético.
Musk dijo que su equipo ya había hecho eso con otras islas menores, pero que no veía “límite de escalabilidad” con Puerto Rico. Hasta el momento, su compañía ha enviado varios equipos de baterías y es solares para iluminar desde un hospital hasta para poner en funcionamiento la planta de tratamiento de alcantarillado de la isla de Culebra.
El mensaje del fundador de Tesla tuvo una buena recepción del gobernador Ricardo Roselló, quien recientemente dijo ante un comité del Senado que le gustaría que el sistema eléctrico puertorriqueño fuera en un 25% renovable.
Pero, por el momento, las que se están destacando son las iniciativas privadas como la de Casa Pueblo o la de Resilient Power Puerto Rico (Energía Resiliente Puerto Rico), un grupo que se ha propuesto poner centrales iluminadas con energía solar en 100 lugares de la isla en 100 días.
En iniciativas como esta es en las que Alexis Massol empieza a ver su sueño cumplido. Pese al sufrimiento que dejó María en millones de puertorriqueños, él cree que a la isla ha llegado un momento de cambio en el que las comunidades locales tienen más protagonismo.
“Dicen que la necesidad es la madre del ingenio y la necesidad de alumbrarse, de poderse ver ha permitido que el país empiece a despertar”, dice. “Estamos listos para una nueva sociedad y este huracán nos ha ido ayudando a entenderlo mejor. No hay un mejor momento que María nos está dando”.
Mientras Trump lanzaba papel toalla a los afectados por María, estos estudiantes levantaban la universidad con sus propias manos 3n5q4u
Una semana y media después de que el huracán María abatiera Puerto Rico y mientras la prensa destacaba las ofertas de las universidades de varios estados como Florida para acoger a los estudiantes puertorriqueños afectados por la tormenta, cientos de alumnos de la Universidad de Puerto Rico (UPR) llegaban al campus de Río Piedras para volver a levantar el recinto con sus propias manos.
Armados con palas, rastrillos, sierras, machetes y escobas, estudiantes de política, literatura o derecho se afanaban para cortar árboles, levantar escombros o recuperar libros de clases inundadas.
Explora en este video 360 las labores de limpieza y mira los motivos de quienes fueron a limpiar la universidad pública el mismo día en el que el presidente Donald Trump visitó Puerto Rico y a pocas millas del lugar donde tuvo la controvertida idea de lanzar papel toalla a los afectados por María.
La reactivación de la universidad de Puerto Rico, en manos de sus estudiantes 3v2j6y
La resiliencia del campo después de María 3w2t38
El café circula por las venas de Roberto Atienza desde que tiene uso de razón. Dice él que quizás es por tanto que lo toma, algo que hace incluso antes de ir a dormir “para estar tranquilo”. Este hombre de 67 años, piel tostada y pelo y bigote blanco es la tercera generación de cafetaleros en la montaña de Jayuya, en el centro de Puerto Rico, y como no sabe hacer otra cosa que trabajar con él, tras el paso de María solo piensa en replantar para salir adelante.
“Para mí el café es mi vida. Es lo que me da quizás el motivo de continuar”, afirma Atienza, quien calcula que el huracán de categoría 4 provocó daños en el 75% de las plantaciones de su finca, Hacienda San Pedro, donde además de café tiene algo de plátano, papaya y cítricos.
Video 1u95h
Este productor de café puertorriqueño sigue adelante pese al golpe de María 4f6x5z
De la noche del huracán recuerda que no pegó ojo porque el techo de su casa, que es de madera, comenzó a desprenderse y él se pasó las horas tratando de proteger sus pertenencias. Cuando amaneció pudo ver la devastación en su hacienda. “Del balcón de la casa donde vivo, uno puede apreciar prácticamente la finca completa, y uno miraba a los lados y no había nada. No había un árbol de café, no había una mata de plátano... No había un árbol de sombra, hasta las palmas de monte que abundan mucho en esa área; no había una sola hoja”, explica.
Esa misma sensación tuvieron muchos en Puerto Rico. El verde de la isla se volvió marrón. Los vientos de María se llevaron las hojas de unos árboles y tumbaron otros. Mucha gente de la montaña vio por primera vez casas de vecinos que antes no veía en medio de la frondosa vegetación. Y el sector agrícola de la isla registró pérdidas cuantiosas. Las lluvias torrenciales provocaron deslaves que acabaron con plantaciones enteras y destrozaron granjas e infraestructuras agrícolas.
El secretario de Agricultura, Carlos Flores, calculó las pérdidas en el sector por los huracanes de esta temporada en unos 2,000 millones de dólares. Mientras que Irma dejó daños por 45 millones, María provocó pérdidas de 200 millones en los cultivos y unos 1,800 en infraestructuras.
Eso supone un duro golpe para la producción local de la isla que en los últimos años había resurgido ligeramente en medio de la fuerte crisis de deuda. En Puerto Rico sólo se produce el 15% de los cultivos de alimentos que se consumen en el país. Pero, en un impulso por romper la dependencia de las importaciones, algunos puertorriqueños habían decidido en los últimos años volver al campo.
Esta temporada, Roberto Atienza esperaba una buena cosecha de hasta 80,000 quintales de café después de cuatro malas. Pero María acabó con sus esperanzas. Ahora dice que no cree que puedan recoger más de 10,000 quintales, con los que no podrá abastecer a sus clientes internacionales. Lo poco que produzca prevé destinarlo a los cafés y negocios locales que tiene su compañía. “La merma va a ser sustancial y eso no es solamente para nosotros, sino para la economía del pueblo porque mucha gente depende de la industria del café, hay muchas fincas en Jayuya”, señala.
En su finca, en una buena cosecha pueden emplear hasta a unos 100 trabajadores. Pero este año, para recoger el poco café que ha quedado no cree que requieran más de 30 personas.
A la Hacienda San Pedro comenzaron a llegar los agricultores a recolectar una semana después de María. Primero hubo que abrir los caminos hacia el pueblo, que estaban obstruidos con troncos, piedras y lodo, un momento en el que Atienza empezó a ver las cosas positivas que dejó el huracán. Dice que nunca vio a sus vecinos tan dispuestos a ayudarse los unos a los otros como en ese momento.
Con el camino abierto, decenas de trabajadores llegaron a la finca para tratar de rescatar las semillas que no se había llevado la tormenta. Algunos habían sufrido daños en sus casas, otros aún no habían podido comunicarse con sus familiares que vivían en Estados Unidos, pero todos decían estar contentos por tener trabajo.
“El país está desbaratado pero, gracias a Dios, (María) dejó algo para que nosotros podamos seguir trabajando”, afirma Cosme Cortez, uno de los recolectores, de 63 años, que se dedica al café desde que, con poco más de 10 años dejó el colegio para irse a trabajar al campo.
Más arriba en la montaña, en una ladera empinada, un grupo de trabajadores bromea cuando el cielo se oscurece y comienzan a caer unas gotas del cielo. “¡Ahí vuelve María!”, grita uno. Y, sin dejar de meter las semillas rojas de café en sus cestos, todos sueltan una carcajada.
Los agricultores comparten con la tierra el espíritu de resiliencia. Saben que, pese a las pérdidas por la tormenta, la montaña reverdecerá y los árboles y las plantas volverán a crecer. “La tierra siempre da trabajo. Si no hay café, hay que limpiarla, hay que sembrarla, hay que recogerla, hay que abonarla”, explica Joel Antonio Rivero, otro recolector de la Hacienda San Pedro que lleva 17 de sus 32 años dedicándose al café.
Atienza calcula que pasarán 10 años hasta que su finca vuelva a producir a los niveles previos de María. Eso es lo que le tomó recuperarse del huracán Georges que, en 1998, también devastó su finca. Y aunque asegura que éste fue mucho peor, la tormenta también le ha dejado unas lecciones que le harán repensar cuáles son las áreas óptimas para plantar y mejorar la producción para evitar daños de futuros ciclones.
“Siempre hemos estado buscando cómo mejorar la producción, pero definitivamente, aunque no quiera, yo tengo que seguir en eso. Con lo que queda, empezar de nuevo y tratar de superar esto”, afirma.
Se trata de seguir con el legado de su abuelo, que llegó de España como un niño de 13 años, empezó a trabajar en una hacienda de café y acabó montando su propia finca. Dice que no está dispuesto a que una tormenta acabe con esa tradición que ya ha pasado a sus hijos y que también espera transmitir a sus nietos.

Todos los créditos 266i4m
Proyecto: Univision Noticias
Textos: Lorena Arroyo, Elaine Díaz Rodríguez (Cuba)
Video: Nacho Corbella, Esther Poveda, Almudena Toral, Andrea Patiño, Laura Prieto, José Luis Osuna, Mauricio Rodríguez-Pons, Ricardo Weibezahn
Diseño y desarrollo: Juanje Gómez
Coordinación: Nathalie Alvaray, Selymar Colón, José López
Fotografía: Nacho Corbella, Esther Poveda, Lorena Arroyo
Edición de textos: María Sánchez Díez
Datos: Ronny Rojas, Dilia Márquez, Antonio Cucho
Redes sociales: María Carolina Hurtado, Esther Poveda, Nacho Corbella, Ricardo Weibezahn
Producto digital: Daniela Jaramillo
Traducción: Julie Schwietert Collazo, Melvin Félix
Edición de textos en inglés: David Adams, Jessica Weiss, Mónica Isola
Apoyo: Maye Primera, Inger Díaz, Alejandra Vargas, Patricia Clarembaux, Patricia Vélez, Carmen Graciela Díaz, Luis Velarde, David Maris, Angélica Gallón