"No somos terroristas, somos gente de paz que busca una mejor vida": la caravana de migrantes llega a la frontera
TIJUANA, México.– Vienen 12 mujeres embarazadas, por lo menos 100 niños menores de 5 años, otros adolescentes, algunos de ellos con sus padres, pero la mayoría son madres solteras con sus pequeños: son la caravana de refuerzo de fiscales de inmigración en la frontera.
"Se ha dicho que somos terroristas, que somos peligrosos, pero somos gente de paz que solo buscamos una mejor vida y la vamos a encontrar con el favor de Dios", dijo Carlos Aguilera, un padre de familia hondureño que llegó hasta Tijuana con sus cinco hijos y su esposa.
Sudando y cansado, Aguilera bajó envuelto en una bandera de Honduras de uno de los primeros autobuses en que la caravana hace el último tramo de recorrido, de Mexicali a Tijuana, antes de presentarse este fin de semana ante autoridades federales en el paso peatonal a California con la esperanza de obtener asilo.
Por orden de la istración Trump, a recibir a los cientos de centroamericanos han sido enviados refuerzos. Este lunes, caravana, una marcha que llegó a tener como a 1,500 inmigrantes centroamericanos que huyeron de sus países para proteger sus vidas.
El riesgo es mayor por los temores de que el gobierno pueda acusar a los padres de tráfico de sus propios hijos.
"El presidente Trump no puede tener mal corazón, eso es lo que venimos pidiendo al orar todo el camino, cuando entramos a México y cuando viajamos arriba de La Bestia", señala Aguilera.
Huyendo de la Mara
Por años la familia Aguilera subsistió en Choluteca, Honduras, con el trabajo del padre de familia. "Soy comerciante; me gusta vender lo que es semilla de marañon, cacahuate y todo lo que es dulce y chicle", cuenta.
Pero la Mara, la pandilla que se extiende en la mayoría de Centroamérica, comenzó a exigirle 'impuesto', ya no solo por dejarlo trabajar, sino por dejarle vivir, a él y a su familia.
"Te piden los cinco lempiras (unos 20 centavos de dólar) que has vendido en el día y se los tienes que dar y dejar sin comer a la familia, o no se los das y te matan; nosotros ya estábamos trabajando solo para darle dinero a la Mara", sin que las autoridades puedan impedirlo, explica este padre.
Una noche hace casi dos meses la familia decidió huir a pie en medio de la noche y al salir sabía que sería definitivo: de regresar, la Mara tomaría represalias y les daría un escarmiento. Carlos dice que vendieron a escondidas lo poco que tenían y salieron con la idea de llegar hasta Estados Unidos.
Cruzaron Guatemala y al entrar a territorio mexicano, "en Tapachula fue que escuchamos por primera vez que estaban formando una caravana para venir juntos hasta acá".
"Ahí todo mundo decía que las familias se juntaran con la caravana, que no viajaran solas para venir protegidas", comenta. En Tapachula los Aguilera se encontraron con muchas otras familias que huían de El Salvador, de Guatemala y sobre todo de Honduras.
Aunque el Viacrucis Migrante es un proyecto anual de la organización Pueblo Sin Fronteras y algunos mensajes sobre la formación del grupo este año se volvieron virales en redes sociales, Carlos y su familia, como muchas otras ahora en la caravana, nunca tuvieron internet o telefonía celular.
Integrarse a la caravana fue una suerte –dice Aguilera– pues en estaciones del recorrido encontraron temporalmente refugio y solidaridad de organizaciones e instituciones que les proporcionaron alimentos, servicios de salud, alojamiento temporal.
"Salimos con mucho miedo, pensábamos que en el camino nos iban a asaltar o hacernos cosas, pero no; aquí en México nos vinieron cuidando", expresó agradecido, aunque la familia tuvo que viajar y dormir sobre hierros retorcidos en los furgones de La Bestia, con frío y viento que les despertaban constantemente.
Todos los adultos de la caravana traen raspones, algunas cortadas, moretones y, la mayoría, ojeras.
Un breve tramo en Puebla y el viaje de casi tres horas de Mexicali a Tijuana son, hasta hoy, los únicos recorridos en los que la familia Aguilera y los otros cientos de migrantes que viajaban con ellos han venido con comodidad, en autobuses, incluso con aire acondicionado. "Eso fue un mundo de diferencia; imagínese cómo vendrán las señoras embarazadas".
Al bajar de los auobuses, el último trámite en México ha sido registrarse a la entrada del refugio Juventud 2000 de la zona norte de Tijuana. Otros cientos de integrantes de la caravana llegarán a otros cuatro refugios en la ciudad, para luego reunirse, organizarse y finalmente, el domingo, marchar a la garita peatonal.
Mientras tanto a San Diego comenzaron a llegar jueces y procuradores que el presidente Donald Trump ordenó como refuerzo para 'recibirlos'. Entre tanto, grupos de abogados de Estados Unidos viajan a Tijuana para intentar asistir legalmente al grupo y una caravana de activistas salió el domingo de Los Ángeles y marchará toda la semana hasta la frontera para recibir a los migrantes "con los brazos abiertos", llevarles también asistencia legal y "mostrar una cara diferente" de EEUU.
En uno de sus más recientes comentarios en Twitter, Trump insistió que la caravana es un agravio, algo que no se registra en ninguna otra parte del mundo. "Es una desgracia. ¡Somos el único país del mundo tan ingenuo! MURO", escribió el mandatario.
En Tijuana, mientras tanto, alojado con su familia a un par de kilómetros de la frontera estadounidense, al descansar sobre una colchoneta Carlos Aguilera dice conservar el positivismo y la esperanza que les ha acompañado desde la salida de Choluteca: "Nosotros tenemos fe en que el presidente Trump se va a tocar el corazón; solo eso nos queda, tener fe".